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Mostrando las entradas de junio, 2010

LV

LV Cada noche me veo reflejado en cristales, pero no veo mi rostro. Tan solo un instante necesito para volverme opaco y distante. Un segundo después ya no estoy allí. En el lago de mi pecho me siento naufrago, y en mi estomago, en lugar de mariposas, luchan alimañas salidas de una suerte de bestiario de hojas descompaginadas. Hiere mi frente una humilde corona, no de espinas, sino de laureles. Si por momentos camino por los campos de Casandra, es para ahogarme luego con Tetis, y si consigo asirme de Iris para volar a salvo, es solo para que me derrumbe el recuerdo de Fedra, y enfríe mis paciones la impía Perséfone. Soy Saturno y ellas son a la vez mis lunas y mis anillos. Despedazarlas solo las traerá más cerca de mí. Soy un gigante mudo avanzando siempre en la misma dirección, en la oscuridad. Una melodía y una memoria alientan mi vulnerable andar. Si no caigo es únicamente por no tener donde. Si no temo a la oscuridad es solo porque no veo más allá de mis anillos. No hay vida en mi,

Pulso

Somos peces en corales aislados, retorcidos. Somos glóbulos rojos , que no cierran herida alguna. Somos marea y sangre fluyendo en venas de concreto. Somos el metal, y somos la oxidación. Somos el pulso perdido/acelerado del lodazal/ciudad.

LII

LII Con facilidad me aburro de la vida. Cual Aulë, el Herrero (J.R.R Tolkien, 1977, El Silmarillon), quien al no poder esperar la llegada de los primeros nacidos, creó la dura raza de los enanos, y cuando debió deshacerse de ellos le pesó como si fueran hijos de su sangre, compadeciendo a Ilúvatar. Yo tampoco puedo deshacerme de mis hijos, pero tampoco puedo detener mis impulsos creativos. En mil ocasiones mi alma no puedo reposar porque mi mente continuaba ideando. Soy un escritor mediocre ahogado en sus propios proyectos (Cristian Cousseau, 2007, El Linaje Divino). Que mas seductor que un cuaderno cuyas paginas aún vírgenes se exhiban sin pudor, delatando la inmensidad de universos que pueden gestar, y tan solo pidiendo a cambio devoción. Es una maldición. Como buscar la materialización indiscutible de la perfección. En la vida de mis obras me es vedada la gr

XLIII

XLIII Soy victima de una ambición exacerbada, que me da el impulso necesario para levantarme cada vez que caigo. En esta ocasión me armo con un casco de bronce, forjado burdamente, casi carente de artesanía alguna. Nacido del metal crudo. Mientras los muros estén allí, mi cabeza, y los ideales que la conducen, no cesarán de intentar derribarlos. No llegaré a donde deba llegar, llegaré a donde quiera llegar. Salvajemente dominado, como un corcel de guerra en su última estampida. Sin jinete, sin temor, sin piedad, siempre hacia el frente, hacia el próximo obstáculo, entre fuego y sangre, entre gloria y flaqueza, entre caídos. Seré grande.