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Mostrando las entradas de octubre, 2014

El sacacorchos

El sacacorchos es un tirabuzón metálico que gusta de parecer infinito. La punta de su afilado apéndice ha evolucionado para penetrar en ángulo el corcho de la botella e, introduciéndose en él una vez aplicada cierta fuerza rotativa, dañarlo solo lo suficiente como para conseguir un anclaje firme que permita su extracción. El mango de madera tiene algunos cortes, lo que sugiere que durante mucho tiempo fue almacenado en un cajón totalmente diferente, y esa simpleza (a falta del aparato metálico de palancas) sugiere que otro sacacorchos ocupa ahora ese cajón, quizás más apto para tal univoca tarea. Aun así este exhibe otra marca irrefutable de su experiencia, una gota de sangre, más roja que cualquiera de los vinos de cualquier de las botellas que pudieran abrir alguna vez algún sacacorchos. El hierro de la sangre se ha unido al suyo, derramado por quien, perpetuando la negativa a cambiar los anteojos, ha vertido sangre y alguna que otra puteada. 

El revólver

El revólver es la ilusión de control para quien percibe su mundo como en permanente desintegración, y es, de todos los objetos que lo rodean, el más rememorado. Calibre 22 Corto, fue regalado por quien profesara los métodos más extremos de aplacamiento de la inseguridad, cayendo en manos de quien, de otra forma, nunca hubiese sabido de su existencia. De ese recuerdo de primer contacto solo quedaría una mirada rápida por la mira corta apuntando a la punta del propio pie, el traspaso de una mano a la otra estimando un peso, el giro tosco de la cámara y la contemplación del brillo plateado junto a una fuente de luz, pero nunca el quite del seguro. La curiosidad habría pasado, tan solo dejando una nefasta potencialidad.     De los seis espacios en su cilindro solo hay uno lleno, pero no podría precisarse cual. La única bala ha vuelto con insistencia a la mente (en conjunción con la fotografía de la laptop) de quien se esforzara por elegir una y otra vez la lentitud de la pipa y el entume