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Mostrando las entradas de julio, 2014

La parada

Se subió al colectivo con suma pesadumbre. No había llegado a tomar el anterior porque lo había visto salir a mitad de cuadra, porque estaba borracho, y porque la embriagues le había impedido acelerar el paso. El calor de múltiples respiraciones humanas lo envolvió rápidamente. Pasó la tarjebus haciendo un esfuerzo sobrehumano para restablecer momentáneamente su coordinación mano-ojo y se arrastró al único asiento vacío que quedaba, mientras una de las cejas del colectivero se alzaba en la penumbra de la cabina. Intentó mantenerse derecho para apaciguar el mareo y pispeó, automáticamente, a quienes lo rodeaban: la mayoría eran ancianos que  murmuraban entre ellos, o iban peleando o perdidos contra el sueño. Relajándose estiró las piernas. Se dio cuenta de que esto le hacía perder el equilibrio y volvió a flexionarlas. Advirtió que se había meado una zapatilla. Arrastró el pie meado contra el piso sin darle demasiada importancia y sintió como el colectivo desaceleraba. Se abrió la pue

Luego existo

El cigarrillo está ahí mientras mis ojos aprecien las sinuosas espirales de su humo. Cuando lo dejo en el cenicero para tomar el control, y no lo huelo ni lo veo, el cigarrillo deja de existir. Lo que existe (en ese entonces una propaganda de tampones) acapara todos mis sentidos, y le niega una existencia simultánea a lo que está más allá de ellos. No puedo oler los tampones, pero tampoco el humo de cigarrillo (porque aquel humo me ha negado la capacidad de sentirlo). La realidad, más allá de los rápidos cambios de cámara que se centran en aquel pequeño paquete rosado, desaparece. La voz de la mujer que asegura la absorción del producto se vuelve trascendente, crece y me inunda. No importa si me importa. La voz es todo hasta que silva la pava, y otro universo me pide inmediata atención. Olvido el cigarrillo y me concentro en el calor que emana de la manija de la pava. Las cosas se vuelven los agujeros negros en el centro de mi galaxia de sentidos.  Apago la hornalla mientras se de

Horizonte

I Ninguno de los dos ve las mismas estrellas, pero ambos existen. II El desierto es uno, sin estrellas, de varios posibles. III La arena no sabe de las estrellas sobre ella. IV Un desierto de estrellas brilla en la pupila del extrañado.