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Mostrando las entradas de febrero, 2015

60s

   La tía tenía la singular costumbre de ponerse desodorante en el cabello . Decía que el perfume era un invento francés para sacarles dinero a los ricos mugrientos y que a la vez la astringencia de la marca en particular que usaba le permitía domar su cabello de puercoespín . Probablemente tenía razón. Su trabajo de actriz la había transformado en la fantasía de muchos, pues no había un solo hombre bien despierto en toda la costa oeste que no deseara su mano en matrimonio.    Cuando terminó de peinarse, con el gesto autónomo de siempre, su cabello enrulado brilló en el espejo, y no pude más que dedicarle una sonrisa. Tras torcer la cabeza como si intentara constatar la dinámica de sus bucles sobre su pálido rostro estuvimos listas para ser vistas en sociedad. Dejamos el caserío por la puerta trasera, pasamos junto a la olímpica piscina , saludamos al ejército de paisajistas que trabajaban en el nuevo invernadero y nos despedimos de Lucy, cuyo collar con cencerro no cesaba de