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Mostrando las entradas de agosto, 2015

Millennial 12 (Ferdinand I)

En 1888 pasaron pocas cosas memorables: un filósofo alemán escribió su última obra y se internó por locura sifilítica, un impresionista se cortó una oreja, un poeta nicaragüense le puso a su obra un nombre que también es un color, se inventó el submarino y una rueda de goma, y hubo un terremoto flojito en el Río de la Plata. Nada la gran cosa, y quizás de todas ellas, la más nimia es la que mantiene a Ferdinand van Blue encerrado en su casa. Han nevado ciento veinte centímetros en cuatro estados estadounidenses, y Connecticut se ha llevado la peor parte. Sumando a los vientos de setenta kilómetros por hora no podía ni abrirse una ventana para ver el estado de la situación, y la situación de Ferry (como lo llaman sus pocos amigos) no podía ser, justamente, mucho peor.  

Millennial 11 (La suicida I)

Algo de la mujer quedaba, incluso cuando movieron el cadáver, pegado al suelo de la estación. Además del poncho y la ropa de entre casa, además del rímel y el labial mutilados, tenía las manos llenas de anillos. En su última parada su mano derecha se había quebrado como si hubiese estado hecha de ramas secas, y uno de sus palidísimos dedos había saltado por el aire, arrancado como una flor de una maseta vieja. Uno de dos jóvenes posibles lo encontraría por accidente, ambos universitarios habidos de alcohol de mala marca e historias a medio contar, ambos tan jóvenes que sus barbas recién empezarían a florecer. El que lo encontró lo pateo en la oscuridad, con el tipo de patada que puede propinar un andar desbalanceado. Sus propias manos estaban llenas de anillos, por lo que la agudeza del sonido metálico le resultó familiar. Todavía unido al dedo el anillo no viajo muy lejos, por lo que el joven pudo ubicarlo rápidamente y recogerlo. ¡Que grata sorpresa le fue encontrar lo que encontró!

Millennial 10 (Hdytto IV)

Hdytto siente que ya ha visto esa ficción, pero también sabe que la repetición inconsciente es rara pero posible. Lo suyo no son tanto los Déjà vu  como el recuerdo real de una memoria insignificante: como recordar vívidamente que uno se ha atado los cordones de la misma manera el día anterior. Ciertas ficciones uno las ve más de una vez, y no hay nada que hacer. La segunda vez puede ser por olvido o por cariño, pero generalmente implica que habrá una tercera. What doesn't kill you …     Lo que realmente le llena el casco de preguntas es como ha podido olvidarse de la mujer rubia. Repasa mentalmente la imagen de ella flotando en el espacio blanco antes del fade to black y el comienzo de su narración, y no puede evitar sentirla familiar. Algo sobre su forma de hablar le hace sentir ese dulce ablandamiento del cuerpo que anuncia un fenómeno totalmente opuesto, pero la contemplación le dura poco: tiene prohibido imaginarse a sí mismo flotando en el vacío. Natura solve et coagula ,

Solve et Coagula

En una infinidad blanca flota una mujer rubia, en posición fetal. Desnuda salvo por un par de medias de encaje rojas, mantiene sus enormes ojos ámbar perdidos en la nada que la rodea (Coagula). Las líneas de su palidísimo cuerpo se pierden contra el vacío mientras continua su deriva inalterable, hasta que una ceja se alza, y la cabeza la acompaña reprobatoria, como si se acabara de escuchar una estupidez: - Todavía no entiendo porque no cogieron. - Tenía hambre. Algunas cosas son más necesarias que otras. - Igualmente, ¿no podías cogerla y después comértela? - No pude contenerme. Raramente encuentro presas tan apetitosas. - No tenés remedio cornudo… bueno, ahora me toca a mí. Te voy a contar de la vez que chupe una pija en frente de millones de personas. - ¿Millones? La pregunta llega desde otra infinidad, emitida por un ser que no puede describirse a sí mismo, y que por lo tanto permanece invisible a la imaginación de la mujer, que solo se figura cuernos (Solve).  - Q

Millennial 8 (Ebanista)

La briza suspende a la mariposa en el aire: se filtra por sus alas porosas, como por un pullover de lana. Sus patitas saborean el dulce que trae de un algodón de azúcar, recién hecho, no muy lejos, cuyo rosa se mescla con el vermilion de un atardecer recién nacido. Un pelotazo arranca a la mariposa de su vuelo y la deja en el suelo en pedacitos retorcidos. Pequeños pies pisan a las hormigas que querían reclamarlos. El algodón de azúcar se quema. La ciudad se quema. Al caer la noche solo quedan carbones mustios, ecos de corridas, y labyrinthine starlight.

H.D.Y.T.T.O.

S.E.C.

Millennial 7 (Wdygfy)

There's a darkness lurking in the back of my head. Aunque lo intenta no puede quitarse de la cabeza la idea de que arriba hay alguien (¿los Otros?) que arregla su manguera, pero no puede pensar mucho más allá, como un hombre prehistórico que no puede contar más cosas que la cantidad de sus dedos. Si el pensamiento del “exterior” se filtrara le explotaría la cabeza. Sin ningún tipo de ceremonia. Afortunadamente consigue poner su atención en algo mucho menos interesante y la idea se le escapa: un buzo exactamente igual que él, pero de color rosa, pasa al borde de su campo de visión ( is this war?) dando pequeños saltos con ambas piernas a la vez. Su proyector está apagado, y sus brazos estirados al frente, como si intentara mantener buen equilibrio tras cada saltito. No hay ningún tipo de comunicación. El buzo azul parece haberla visto por equivocación (decimos “ella” porque tiene un moñito también rosa a un costado del casco), pero ella no le dirige la mirada, y desaparece ta

Millennial 6 (Aleatoriedad)

What the fuck-is-all-this for!? En el mismo momento en el que un treintañero sale de trabajar limpiando inodoros en un McDonalds una pareja de topos copula en un túnel que atraviesa toda la ciudad. El travesti que le pide un cigarrillo es más alto que él y es rubio, y está completamente vestido de jean azul: la campera de cordero envuelta en jean deja entrever su ombligo antes de que la piel desaparezca en una minifalda también de jean. Cuando da la primera pitada aprovechando el espacio de su boca en el que le falta un diente, un dentista muere en Thailand . Los zapatos que está usando son también tailandeses, también de jean, pero hasta hace unas semanas no eran suyos. En una novela que ha leído uno de los compañeros del treintañero matan a un travesti mientras lee poesía en un pub. Lo había tenido que leer obligado por uno de sus hermanos, porque lo había escrito un amigo. En realidad lo ha escrito ese hermano, pero ha mentido para tener una opinión sincera. Su seudónimo esta

Millennial 5 (Hdytto III)

Fight fire with fire. La inmensidad azulada transforma al buzo en un pinocho metálico. Un pinocho metálico que lanza rayos de luz por los ojos, y cuyo hobby es flotar a la deriva, lanzando rayos de luz por los ojos. En tal tarea se encuentra cuando siente un leve movimiento en el agua alrededor suyo, tan leve que primero tiene la impresión de haberlo imaginado, y después se le ocurre que debe tratarse de la reparación de su manguera de oxígeno. 

Millennial 4 (La suicida)

Una mujer se tira de la terraza de un edificio. Set the world on fire. El edificio da a una avenida, la avenida tiene nombre de muerto, y pertenece a una pequeña ciudad blanca en un pequeño país argento. La mujer está temblando, pero no sabe si hace frío. Por las nubes que acompañan su humor intuye que sí, pero no puede estar segura, envuelta como está en un poncho empapado en gasoil. Qué la ha arrastrado allí poco importa, lo importante es que se prende un cigarrillo y le da una pitada de labial corrido. Sus ojos son apenas dos puntos verdes tras las cortinas de rímel. We all know how we’re going to die baby.    El cuerpo que nadie tiene la decencia de ver caer lo hace con la gracia de un fuego artificial, la única diferencia es que este fuego es el único que escucha su silbido, y es lo último que escucha. Nada de esa estupidez de que uno se desmaya al arrojarse al vacío ( we’re gonna burn ): ni siquiera envuelta en llamas puede cerrar los ojos. El verde da contra el gris y todo

Millennial 3 (El Rojo II)

I can’t feel pain, I can’t feel fear . Una gota de sangre cae de la mano de un infante. El puño se mantiene firme en el aire, todavía apretado. Ha roto una ventana sin motivo aparente. Quizás eyaculó algo de la furia que heredo de sus padres, furia con la que se siente hermanos, furia sinsentido, tan pura como él mismo. Quizás se devolvió la mirada en la superficie espejada, y no se reconoció, o quizás vio que alguien lo miraba detrás de su mirada. La gota cae roja, el suelo vibra de pisadas y corridas cuando llega a él, el aire entre el puño y el suelo está caliente de risas y regaños, la gota cae por la misma gravedad que encorva los hombros del niño cuando se da cuenta de lo que ha hecho. Blood, milk & sky. La lágrima más pura es la que ya ha sido derramada, y no hay alarido más grave que el de una juventud que odia todo en lo que se transformará. Las vidas pasadas le escapan por la boca ( death before I get dishonored ): el niño cae rojo, y todo es “a tale told by an idiot,

Millennial 2 (Hdytto II)

Ideas extrañas se le aparecen como flashes de luz, cuando falta su mínima dosis de aire. Desde su parcela en ese cementerio azul empieza a sentir su propia tridimensionalidad al deslizarse hacia la inconciencia: de alguna forma se desmaya hacia la vigilia. Quizás sí. Se arrastra, “fuera de la pantalla”, if only seconds at a time. Hace el camino inverso. Quizás sienta el peso del océano, o aprenda a estirar los brazos (siquiera en un gesto desesperado), la cuestión es que se concebirá dentro de un sistema más grande y, principalmente, más complejo que los cuatro hemisferios que limitan la proyección de su casco. Y aún no se le ocurre… pero los Otros (they are the nobodies) son, probablemente, tan complejos como se considera a sí mismo. No lo sabe porque no se ha planteado siquiera la pregunta: nadie la ha pre-masticado como las ficciones que consumen, que son lo único que ellos podrían ver como diferencias. Una estupidez (and now, i’m going to read from the bi-ble) un poco menos

Millennial 1 (Hdytto I)

… is done : Está tan lleno de rage , tan lleno de smoke , de semen . Cuando se “corta” internet es como si se cortara la circulación de aire, la respiración, de un traje de buzo de los 30s. Si se le planteara la elección, elegiría siempre tener la cabeza sumergida. El fondo del mar es siempre mejor que la realidad. No estar sumergido duele. No estar sumergido llena la cabeza del oxígeno que necesita para pensar, para proyectar, para desear ser mejor de lo que se es. Pero él está tan lleno que pensar duele.  What an awful sight to see three generations dining at the same table . Dentro del traje, estando en el fondo, no puede verse más allá de algunos metros, dependiendo de la turbulencia de las corrientes submarinas. Es una bendición, esta materialización de la miopía. En el casco de buzo bien podría haber un proyector, que iluminara con una tenue pantalla de luz el suelo oceánico. Un proyector que trajera consigo más azules que ese único azul, más vidas que las del que viste el tra

Mis crímenes literarios

Hay una insistencia patológica en la circularidad, en que nada quede inconcluso, en no dejar nada a la imaginación, en un eterno retorno a las causas primigenias. Nada es lo que no parece ser. Todo debe tener un sentido, como si se intentara que la realidad lo tuviera. Todo lo útil al relato está remarcado con una línea tan gruesa que la sorpresa final solo puede darse en las ultimas oraciones, y en la cabeza del personaje (siempre principal). El pensamiento que se pretende a sí mismo revelador remata los cuentos apurado, como haciendo fuerza para que todo el resto tenga sentido. Y este es uno de los síntomas inequívocos de tener realmente muy poco que decir. El otro es el desarrollo argumental invariablemente mental. El mundo no se mueve, solo se disparan neuronas. El personaje es generalmente un holgazán que debe moverse porque no tiene otra opción, y aquello que busca no es más que la satisfacción de un vicio (whisky, sexo, guita) y no deja lugar posible al lector para sentirse ide

Hélice

    El helicóptero caía como peso muerto, como una mosca interceptada a medio vuelo. Flotaba contra el fondo azul: caía en cámara lenta; hasta que se encontraba, casi con torpeza, con el techo de una mezquita. La explosión era lo de menos, en el helicóptero había alguien que estaba vivo y que dejaba de estarlo, y eso era lo que importaba. Ahí estaba el porqué de ver el video, la mezquita estaba vacía. Ahí estaba la viralidad en potencia, pero eso poco le importaba a los ojos de Anton. Para él no había franja de Gaza, ni medio oriente (cuya nómina de por sí le resultaba paradójica). Solo existía la plaza en la que disfrutaba de su música y el mercado chino en el que ganaba lo suficiente como para sobrevivir. Gaza no era un lugar separado de la propaganda antiterrorista yanqui. Los yanquis no eran sino a través de medios que exageraban las ideas de terrorismo y libertad. La página cuyo “link” había compartido una de las cajeras del mercado no era otra cosa que la propagación de una idea