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Mostrando las entradas de septiembre, 2015

Millennial 27 (Ebanista)

En lo profundo de un bosque se escucha un tango siendo silbado. Un hacha, enorme para las manos que la esgrimen, golpea la base tajeada de un pequeño laurel siguiendo la repetición de las notas más largas del estribillo. “El laurel caerá a la nochecita”, piensa la cabeza que sincroniza ambos actos al dejar el hacha cuidadosamente apoyada contra el tronco.

Millennial 26 (Gabriel B)

Vuelve a subirse a la caja de la camioneta y reza porque sus avejentadas entrañas metálicas soporten al menos una fracción del resto del viaje. El óxido y la pintura roja se mesclan en los ojos de los dos buitres a los que les han llamado la atención, al tomar velocidad. Pronto vuelven a zambullirse en la única ruta que atraviesa ese desierto espinoso, in a perfectly straight line . El sol hiere los ojos, y el aire que desplaza la camioneta la hace llorar, pero aun así ella prefiere viajar en la caja, aunque lo tenga que hacer mirándose los pies. De todas formas no habría demasiado que ver: cactus enanos, arena y tierra, rocas, como mucho algún animalito demasiado temeroso como para ser apreciado por más de unos segundos a la vez. Sí se esfuerza por mirar hacia el costado puede ver dentro: una de sus amigas y su novio van adelante, Gabriel es el que maneja. Su otra amiga va dormida en el asiento de atrás, disfrutando hasta el último centímetro del lugar que le dejó ella al pasarse

Millennial 25 (Átropos, Cloto y Láquesis)

Cloto: Qué se yo. Yo ya no puedo sin Wagner de fondo. Láquesis: Y ahora decime que si te falta un whisky tampoco podes, pedazo de cliché. Tres escritores comentan el contexto situacional de sus actos creativos. Átropos: Lo mío tiene más que ver con el ruido de ambiente. (Señala con ambas manos los ruidosos alrededores del café en el que se encuentran) Láquesis: Igual de cliché pero bastante más aceptable. Todo eso del escritor como genio solitario siempre me pareció una boludez. Átropos: Ni hablar, pura secuela romántica. Cloto: Probablemente es de esas cosas que se arrastran viste. (Le dice a Láquesis mientras Átropos llama a una moza para pedirle más medialunas). De pibe haces fuerza por crearte un ambiente que te convenza a vos mismo de que lo que estás haciendo es importante, una especie de ritual. Láquesis: Y lo terminas arrastrando. Cloto: Totalmente. ¿Y con el tiempo lo automatizas no? Sin querer pecar de conductista. Átropos: Puede ser, pero convengamos en qu

Millennial 24 (La suicida II)

Los ojos que le devuelven la mirada son dos abismos. En uno una serpiente muerde una manzana, en el otro un niño recibe una bala plateada entre los ojos, con los brazos abiertos, como si hubiera intentado detenerla abrazándola. La hierba alrededor de los abismos se ha marchitado, intoxicada por químicos innombrables. Ahora negro ahora rojo, el contorno de sus pupilas cambia en un ciclo inalterable de uno a otro. El negro enmascara el rojo, pero el rojo simple vuelve a florecer, y a veces llega tan lejos como a los labios, y los tiñe. Pero los labios una y otra vez quedan en el filo de un vaso o se maculan del roce de otros químicos, y quieren ser blancos frente al espejo y existir en el mismo plano que el niño pálido, lejos de la serpiente devoramundos. Pero fallan. Las manos se los hacen saber. La bala aparece una y otra vez dentro del campo gris detrás de los ojos, volando azarosamente, descabezando flores una a una. Desearía ser el último ser humano en sentir lo que sienten las f

Millennial 23 (Masamune I)

La luz que se filtra por las pequeñas ventanas forma columnas que cortan el ambiente, de otra forma penumbroso, de un cine abandonado. Un puñado de vacilantes notas de violín surcan el aire, repitiéndose una y otra vez. Una puerta se abre y la luz hace patente el desplazamiento del polvo. El violín sigue tocando unos instantes, ajeno a la nueva presencia, pero no tarda en callar abruptamente. Desde el fondo del cine, donde la luz apenas llega, se escucha un golpe y un insulto en un idioma irreconocible. Quién ha entrado señala que le han indicado que hablara por alguien llamado Masamune. Una voz que no puede pertenecer más que a un niño señala que puede acercarse. El visitante recorre la parte delantera del cine desde la derecha, atravesando las columnas, y se sorprende por la cantidad de objetos disimiles que hay regados por sobre las butacas: pinturas, relojes, adornos de bronce, espadas y palos de golf de los más diversos tamaños, flores de plástico, vasijas, animales disecados, y

Millennial 22 (Aleatoriedad)

Dentro de una bolsa de plástico un pan dulce ( godly delight ) comprado en oferta comienza a secarse. También lo hacen los labios de un bebé a menos de una cuadra, que está a punto de llorar. Su llanto llamará la atención de una anciana experimentada en tener nietos, y le recordará la experiencia de ser madre primeriza. Lo mismo habría recordado Hannah Ayscough en 1646, al mandar a su hijo de tres años a vivir con su abuela por mandato de su segundo marido. La teoría corpuscular de la luz no sería entonces más que un sueño dentro de la mente del pequeño. Esa misma teoría le ayudaría a entender a aquel otro niño (bastante mayor que él) el origen del arcoíris que observaba ahora desde el interior de un automóvil estacionado frente a una florería, si hubiese podido comprenderla. Algunos crisantemos de los colores del fuego esperarían ansiosamente ser envueltos en papel platinado y expuestos ante la mirada solar de una enamorada que los agradeciera con un beso todavía más rojo. El agua

Millennial 21 (Carnifex I)

Carnifex llegó a la Tierra hace 25.540 años. La inminente destrucción de su sistema planetario en Andrómeda VI obligó a su especie a enviar parejas de colonizadores a diferentes puntos de la galaxia con la esperanza de reformar un imperio azolado por guerras internas. Haciendo uso de su avanzada tecnología el plan pareció dar resultado: the apex predators of his race fueron desmaterializados en su planeta de origen, transformados de materia a energía, y enviados a través del espacio a planetas que se pretendían deshabitados, pero su compañera falleció en el trayecto. En algún momento de los dos millones y medio de años que viajaron a la velocidad de la luz su información constitutiva se corrompió, y lentamente se disolvió en la siempre cambiante energía del cosmos. De los dos enviados solo Carnifex llegó a la Tierra, una mañana helada de otoño: él también había perdido algo en el camino. Lo que causó la inexplicable explosión que removió a los pájaros de sus nidos no era el mismo Ca

Millennial 20 (Aleatoriedad)

El peso de una gota de agua separa a la hoja seca de su tallo. La hoja cae en ángulo siguiendo la curvatura del redondel rojo de una señal de STOP , que un diminuto par de ojos color almendra miran sin ver, ocupados como están por llegar a tiempo al trabajo. El auto dobla en perfecta segunda y cruza velozmente el puente sobre el arroyo en el que está bebiendo un perro. A trecientos metros otro perro que también bebía del arroyo intercepta una botella que ve flotando. Algunas gotas de líquido oscuro salen volando de su interior cuando el perro se sacude, y su fuerte olor lo obliga a dejar la botella no muy lejos. Una bicicleta la pasa por encima y su rueda delantera pronto apunta perpendicularmente al arroyo. La uña de uno de los dedos gordos de los pies de quien pedalea finalmente rompe una de sus medias. Los colores de las medias son los mismos que los de la mochila de Dragon Ball . Dentro de la mochila, dentro de un frasco de mermelada con agujeritos, dentro de la araña allí encerra

Millennial 19 (Aleatoriedad)

Burning up your brain like a piston . El fin de semana de ambos será arruinado por la lluvia, pero no la misma, porque viven en diferentes puntos de la ciudad. Los vecinos de piso de abajo de alguno de los dos desafiaran al clima dando una fiesta, cuya música durará exactamente hasta las 5:55 de la mañana del domingo. El otro advertirá que los tres hijos de un amigo se han resfriado todos a la vez, por lo que consigue escuchar a través del teléfono. Uno de los dos pegará un jabón que se acaba con otro nuevo, y recordará las clases de química de la secundaria. Es el mismo que se pasará la mayor parte de esos días libres poniéndose al día con una serie. Extinction is the rule.   En un táper en alguna de sus heladeras un guiso de lentejas deja de ser apto para el consumo. Una rata que no se mostrará hasta dentro de algunos días lo degustará directamente desde el tacho de la basura. No habrá tenido crías, pero habrá vivido hasta el límite de su esperanza de vida. Una plaza ubicada

Millennial 18 (Ferdinand II)

La catástrofe climática lo encontró en pésimas condiciones. Su paso por la ciudad, que no debía durar más de un fin de semana, se había transformado en una semana completa. Y no podía evitar pensarlo como algún tipo de castigo divino: lo que lo había llevado a Connecticut había sido la puesta en venta de una casa que había pertenecido hasta hacía algunos meses a una vieja tía suya, hogar humilde que por su ubicación valdría buen dinero, pero que de un momento a otro se había convertido en su prisión. No había pasado mucho antes de que el frío se comenzara a filtrar hacía dentro. Los meses que había permanecido desocupada habían sido suficientes para que no quedara en ella nada de valor que no hubiesen tomado sus primos: ni relojes ni fotos, ni platería ni adornos de bronce, ni gas ni luz. El primer día descubrió que lo único que todavía funcionaba era la canilla de la cocina, de la que salía un agua tan helada que le hacía doler los dientes. Lo descubrió al volver apuradamente sobre

Millennial 17 (Hdytto VI)

El colchón, que había quedado tras él al levantarse, está de repente envuelto en llamas que lamen el cielorraso. El fuego se vuelve rápidamente blanco y se genera una pequeña pero enceguecedora explosión. - Así que vamos a tener que pedirles, nuestros adoradisimos, queridísimos, generosísimos Panópticos, que lleven a cabo una pequeña, ínfima, insignificante, migración. - La voz parecía venir de ningún lado, hasta que se aplacó el humo blanco.   - Ya algunos de ustedes habrán notado que ciertos “canales” no están funcionando como es debido, y que ciertos Panópticos han procedido a tomar el problema en sus propias manos. Es una cuestión de recepción. El humo se disipó para dejar ver que ahora se encontraban en Egipto, sobre la cabeza de la Esfinge, Dédalo ahora vestía un slip y una remera de Motörhead y estaba estirado en una reposera, todavía fumando el mismo cigarrillo. Su maquillaje de mimo permanecía intacto. - Queremos brindarles el mejor servicio posible, así que les sol

Millennial 16 (Hdytto V)

En una habitación completamente vacía hay un colchón apoyado contra una pared. Alguien pone una silla frente a él y se queda mirándolo unos segundos, hasta que gira la cabeza, como si hubiese escuchado una respiración: - ¡Oh! ¡Discúlpenme! No sabía que estaban acá. Soy el Dr. León da David, pueden decirme Dada, Dadá, o Dédalo, como ustedes mejor prefieran. Levantando la mano en orden, díganme sus nombres. Dédalo, vestido con un traje negro y con la cara pintada como mimo sonrió de oreja a oreja, siguiendo su pregunta con un gesto alentador de sus manos, que giraron en el aire algunas veces. Se escuchó un silbido que se volvió cada vez más agudo, hasta desaparecer. En algún punto de esa onda de alta frecuencia Hdytto tenía le seguridad de que había sido nombrado. - Se preguntaran a que se debe esta inesperada interrupción de nuestra programación habitual. - Dice con la mitad de la boca, porque con la otra aprieta un cigarrillo que prende con presteza.      - Bueno, es menos com

Millennial 15 (La niña lunar)

Una niña patina en la superficie de la luna. La baja gravedad la hace parecer mayor de lo que es. Sus patines emiten una luz violácea que corta la gris superficie lunar (aún más gris que la cinta magnética sobre la que se desliza). Sobre ella un domo de cristal la aísla de la noche perpetua. Tiene la impresión de que la constelación Ofiuco la sigue. Se mueve lo suficientemente rápido como para dejar una delgada estela de polvo lunar a su paso, de la que cubre sus ojos con anteojos de aviador. Su “ comet tail ” se interrumpe cuando entra a uno de los túneles que conectan subterráneamente los domos. Los destellos violetas parpadean con cada fugaz contacto de sus patines contra la cinta. Gana velocidad y sale disparada del otro lado, elevándose unos centímetros por sobre el suelo para luego reacomodarse con ambos pies. En sus oídos suenan toda clase de pitidos electrónicos, salidos de un auricular con forma de caracol que cubre toda su oreja derecha. El hacinamiento del aire del domo

Millennial 14 (Wdygfy)

Cada casco es un microcosmos apretado, a quasi-perfect sphere, full of folds and corners . The helmet has its own language for testing the structure and consistency of the world. Bajo él Wdygfy tiene brazos cortos que apenas le llegan al vientre, y aún más abajo piernas largas, pretty much filaments , con las que podría deslizarse surcando el agua con un pataleo desparejo, como un espermatozoide rosa y cabezón. Su vientre está abultado de ficciones, como si la luz de su proyector hubiese sido una red con la que capturara las diminutas almas de algún tipo de plancton. Wdygfy es una anglerfish, pura anger-fish , condenada a una inanimidad infértil, a una eternidad que se come con los ojos. En el centro del casco está una fracción de un universo siempre divisible. Un cowboy diminuto monta el electrón siempre en movimiento de un átomo de helio. Sacude su sombrero en el aire y cree que lo jinetea. Pero el átomo es uno y son muchos, y vibran en silencio, abrazados los unos a los otros, po

Millennial 13 (Ofidios)

Abandonó la cueva al amanecer con la lanza en alto y las piernas descansadas, pero ahora vuelve arrastrando su peso. De sol a sol recorrió la llanura desierta, y no se ha cruzado con ningún otro ser vivo. Algunas nueces y frutas en diferentes estados de fermentación se agolpan colgadas en su cintura, pero no ha conseguido nada más. Pronto serán los únicos en aquella vastedad inmóvil, y no puede evitar imaginar a su hijo persiguiendo sombras en lugar de ciervos; intentando espantarse de los ojos las manchas del hambre, y del vientre la hinchazón desfiguradora. Llega al umbral de la cueva con los hombros pesados y los brazos vencidos, la poca energía que le quedaba se esfumó con las últimas luces, pero su mujer no debe saber que le gritó al sol hasta que se quedó sin aire.  Y la encuentra cerca de la entrada, con su hijo en brazos. Un fuego alto de esperanza crepita contra una de las paredes interiores, negra por las noches de llanto del pequeño. Una vez más no habrá nada que asar. U