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Mostrando las entradas de octubre, 2015

El número de este objeto

47 es un número primo. 47 también es la edad de su mujer (él le lleva 10 años). 47 está en su número de documento, que empieza con 12 millones, y 47 estaba en la patente de uno de sus primeros autos, que no puede recordar porqué recuerda. Una intensiva búsqueda genealógica en la laptop arrojaría toda clase de datos curiosos: en 1947 se publica el diario de Ana Frank, en 1847 se unifica el huso horario en Gran Bretaña, en 1747 se decapita por última vez en Inglaterra, en 1647 hay un terremoto de grado 9 en Santiago de Chile, en 1547 nace Miguel de Cervantes, en 1447 asesinan a Vlad II Dracul, padre de Vlad el Impalador, en 1347 empieza la pandemia de la peste negra, en 1247 muere el Robin Hood histórico, en 1147 muere el segundo Gran Maestre de los Caballeros Templarios, en 1047 un papa sucede a otro, en 947 muere un líder tolteca, en 847 cae una parte del Coliseo de Roma tras un terremoto, en 747 nace Carlomagno, en 647 un emperador chino manda una expedición a la india para recolecta

Star Cluster

Alrededor de una galaxia espiralada orbita una joya dorada, con forma de globo: a globular star cluster. Su color es la mescla de las luces de miles de estrellas viejitas, que nunca fueron lo suficientemente grandes to rock the night sky . Una al lado de la otra, tan cerca que no entra entre ellas ni siquiera un planeta, con tal gravedad que no se les escapa ni siquiera una piedrita, se abrazan como quien se despide de quien viene de visita desde muy lejos. Pero ellas nacieron todas en la misma nébula, y en el enorme vacío entre galaxias flotan como una boya dorada, marcando cuando empieza el deep space , o cuando tal o cual civilización se ha vuelto inter-galáctica.   A diferencia de la ordenada rotación siguiendo el ecuador solar, a la que estamos acostumbrados, estas viejas estrellas se orbitan las unas a las otras en todas direcciones. Como abejitas doradas, se comunican las unas con las otras a través de un baile complicadísimo, empujando la órbita elíptica a su límite matemát

Millennial 32 (Ebanista)

    El arbolito cae como una mujer que se desmalla, con la salvedad de que lo hace en un ángulo preciso. Cuando el ebanista le dedica unos segundos de silencio las quejas de algunos pajaritos sorprendidos pelean por ocupar el aire contra el murmullo de un río cercano. El hacha y el silbido no tardan mucho en volver a desgarrar felizmente la madera caída. “El laurel sirve para hacer unas cunas esplendidas.” En ese árbol no había ningún nido. 

Millennial 31 (Perro-Mosca II)

Escarba y escarba, pero no tarda mucho en perder las esperanzas, baja las colas. Vuelve a mirar con todos sus ojos al mar, ahí tampoco hay nada, no hay cambios en su espectro de luz visible, ni en magnetismo, ni en temperatura. Por aburrimiento decide no se darse por vencido. Escarba un poco más y finalmente encuentra el nido de pólipos. Los olfatea cuidadosamente para asegurarse de que son lo que creen que son. Una vez convencido, allí con la cabeza metida en el poso, dispara el ácido desde su palpo. Los pólipos pierden su vivido color verde y se retuercen hasta quedar hechos una masa amarilla, que él luego absorbe con su alargado apéndice de artrópodo. Pero un chirrido ensordecedor interrumpe su comida. Al levantar la cabeza se da cuenta de que el mar negro ha retrocedido varios kilómetros, y lo sigue haciendo. Mueve la cola a más no poder y recuerda fugazmente que lo que había seguido en un principio era ese mismo chirrido. Un cráter de arena transparente se abre frente a sus múlti

Millennial 30 (El Rojo)

Los primeros en darse cuenta fueron una pareja que miraba el atardecer. Sus cuerpos cayeron pesadamente a la arena desde lo alto del mirador. Eso fue poco segundos antes de que la mayor parte del tránsito mundial se detuviera. En las capitales mundiales lo agresivo de los avisos publicitarios tomaron su parte, y en las zonas apartadas la vida silvestre fue suficiente: una flor, algún pajarito, un niño llorando, una manzana. Pero el verdadero problema era que el género humano ya llevaba la maldición dentro suyo, mucho antes de aquella pareja: el color rojo había empezado a matar a todo el que lo viera. Cuando el corazón del padre se detuvo por mirar el semáforo y el de la madre por ver la sangre que le manaba de la nariz, el niño se transformó en una bomba. Hasta que se vio en el retrovisor. Llovieron aviones, y fue imposible contar los cuerpos que habían caído al levantar la vista a una publicidad de Coca Cola, o McDonald's; o Toyota o Shell, o Nestlé o Nintendo, o CNN, o Exxo

Millennial 29 (Hdytto)

La cabeza de Hdytto explota en millones de diminutos fragmentos: la visión de Dédalo fue demasiado para su conexión defectuosa. Una burbuja de aire caliente sube rápidamente a la superficie del mar (si es que tal superficie existe). La manguera asesina da un latigazo, pero luego serpentea delicadamente, hasta volver a quedar en posición de reposo. El cuerpo flota en la posición que mantenía desde que abrió los ojos, con la salvedad del arco de la espalda ligeramente inclinado hacia adelante. El interior del casco, que se ha abierto como un huevo, está completamente vacío. Antes de que la manguera vuelva a la inmovilidad, y mucho antes de que los Otros planten otro Panóptico a través de ella, cuatro ojos se abren con ideas nuevas. Dos Panópticos siameses resultan ser los más compatibles con la anterior predilección programática de Hdytto: W.I.T.S. ( What is this shit?) el viejo, y C.I.S.T.O.F. ( Can I set this on fire? ) el joven. El primero odia al segundo porque ha vivido más que é

Millennial 28 (Perro-Mosca I)

BLACKENED WATERS. Pisadas cuadrúpedas se dibujan lentamente en la arena. El mar a un costado está tan tranquilo que podría confundirse con una laguna. El delicado oleaje color obsidiana fluye y se retrae lentamente, ayudado por múltiples lunas, apenas visibles en el cielo gris. La nariz no sabe muy bien lo que busca, pero disfruta de la humedad cíclica de la arena cristalina. Inunda el aire un devastador olor a aceite y plástico quemados, que la nariz apenas percibe, pues son olores que ha sentido desde su nacimiento. Puede ser que en un principio hubiese estado siguiendo el olor de un conocido, pero le es imposible estar seguro ahora. La marea juega a perseguir sus huellas sin alcanzarlas nunca. Una de sus patas se hunde sospechosamente en la arena, y se la queda mirando unos segundos. Mueve sus colas rojizas con el gesto automático de alertar a la manda de que ha encontrado algo interesante, pero está demasiado lejos como para que alguien lo vea. Cree escuchar un chirrido viniendo