Dejé Caminito y me agarró como al pasar. Era una tanguera jovencita, de negro, ojos ámbar. Me dijo que la mirara y me apedé. Así y asá, y un compadre la tomó. Fuimos una foto, una vueltita, y un cumplido: Ojos tristes, labios rojos, pies chiquitos, piernas largas. Giro y giro y reposaba, como una muñeca apuñalada por la calor. Alguien largó un mango y lo agarró, como en el aire , con el funyi. Y me pareció quererme a mi mismo en ese cuero-cuore carcomido.