La figura de neón relampaguea ante la vista de nadie. Alucina su reflejo el lodazal portuario, mientras una marea de varones alcanza bajamar en colchones salobres. Las aguas vivas de sus ojos se han secado varadas en lo dorado de la malta. Y el gato negro titila y ronronea, y el crepúsculo asexuado le responde con barcos fantasmas de suspiros.