La
pipa descansa de costado sobre la receta, inmaculada de tabaco, como si su
último bautismo en whisky (para saborizar la madera) hubiese terminado por
ahogarla. Su médula, astillada por los humores ajenos, terminó sucumbiendo a
los errores de cálculo de una mano que la llenara una y otra vez, empujada por
aquel mismo whisky bautismal. La ansiedad o el aburrimiento la ha llevado a un
entierro prematuro, como al revólver con el que comparte sepulcro, cuyo humo,
por el contrario, nunca se ha encendido en el paladar aunque no le haya faltado
contemplación a la idea. Y aún así (tan cercanos y tan dispares) ambos han sido
entregados al fumador por manos amigas.
To Dylan Thomas, the bluffer. Go drunk into that dark night. Rave, rave with your self’s shadow, dance. Dance to electric, acid drums. Go drunk into that dark night alight by fluorescent wristbands. Rave against living, against dawn. Lay bare, under a dark sky, what we all are. Go to the bathroom stalls, past the raving crowd, break in line and start a fist fight. Get drunk and scarred, animal. Smile, neon bloodied, at oblivion. Rave against all lights unflickering, against all unbroken bones, against those who dance and those who don’t: be an asshole. And dance, dance electric seraph, dance, dance to acid drums.
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