El
cigarrillo está ahí mientras mis ojos aprecien las sinuosas espirales de su
humo. Cuando lo dejo en el cenicero para tomar el control, y no lo huelo ni lo
veo, el cigarrillo deja de existir. Lo que existe (en ese entonces una
propaganda de tampones) acapara todos mis sentidos, y le niega una existencia
simultánea a lo que está más allá de ellos.
No
puedo oler los tampones, pero tampoco el humo de cigarrillo (porque aquel humo
me ha negado la capacidad de sentirlo). La realidad, más allá de los rápidos
cambios de cámara que se centran en aquel pequeño paquete rosado, desaparece.
La voz de la mujer que asegura la absorción del producto se vuelve
trascendente, crece y me inunda. No importa si me importa. La voz es todo hasta
que silva la pava, y otro universo me pide inmediata atención. Olvido el
cigarrillo y me concentro en el calor que emana de la manija de la pava. Las
cosas se vuelven los agujeros negros en el centro de mi galaxia de
sentidos.
Apago
la hornalla mientras se desintegra el mundo a mis espaldas. Advierto que las
cosas que seducen mis sentidos no tienen que estar frente a mí para arrancarme
de mi mismo. Me figuro la máxima expresión de mi percepción desde un satélite
que orbita la Tierra. Deus ex maquina: La totalidad del devenir humano solo
puede ser vista por una maquina echa de números y metal, que no puede verse a
sí misma. Para abarcar la totalidad de la realidad en un espacio-tiempo conciso
el ojo debería estar más allá del universo observable, y más allá de sí mismo,
dos paradojas irreductibles.
La
particularidad de mis ojos me lleva a concebir los vertiginosos aprecios de mi
realidad a través de cristales. Mis ojos miopes requieren la concentración
excepcional de ese sentido particular, por lo que podría decirse que mi mirada
tiende, en realidad, a lo microscópico. La pava se ha enfriado en la mesada
cuando me descubro perdido en la llave de gas, en el punto de ebullición del
agua, en los enlaces del hidrogeno, en la combustión del cigarrillo, en el
fuego como oxidación acelerada, en el dióxido de carbono, en mi propia
respiración, en la llave de gas.
Los fenómenos imaginados han ganado terreno a las cosas, y la capacidad de abstracción me ha llevado a apagar el televisor y sentar mis sentidos a escribir. Pretendo tu atención con palabras hasta que la vorágine de tu propia abstracción te lleve a aquella otra paradoja, que es el punto final: otro tipo de agujero negro.
Los fenómenos imaginados han ganado terreno a las cosas, y la capacidad de abstracción me ha llevado a apagar el televisor y sentar mis sentidos a escribir. Pretendo tu atención con palabras hasta que la vorágine de tu propia abstracción te lleve a aquella otra paradoja, que es el punto final: otro tipo de agujero negro.
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