VIII
Llegado este punto el
lector podría reprocharle al autor sobre la validez de analizar las figuras
quasi-enteramente literarias (siempre quasi) del vampiro y del zombi como
maquinas salvajes, o siquiera su utilidad en el análisis del viejo engranaje
del miedo de la maquina humana. Podrá no ser tan evidente, pero ¿no son acaso
estos tropos, estos personajes, sus
ideas y el lenguaje que se usa para articularlos maquinas en sí mismas? ¿No
son, como líneas de código, formas de la maquina humana de expresarse, con
reglas internas y sistemas enteros de sentidos en constante tención? ¿Cómo
engranajes? Si la lengua es una cosa viva, que evoluciona y se adapta, deberá
permitírsele al autor hacerle extensivo el concepto que manejamos de “máquina
salvaje”. Los engranajes siempre móviles de la máquina del lenguaje, sin temor
a la tautología, se lo permiten. La insistente utilización de la etimología
como motor de escritura no es un capricho. Pero el autor es de constitución
pacífica; para aplacar incluso al lector más demandante enfocará todas sus
fuerzas conectivas hacia la máquina por antonomasia: el robot.[1]
Servirá para aclarar la
dificultad de su definición enfrentarlo con una palabra que le es sinónima,
puesto que la idea de robot conjura en la mente del hombre moderno otra mucho
más antigua, que se remonta a pasados míticos[2], de los cuales los exponentes
más reconocidos son sin duda los golems de arcilla de la tradición judía, y Talos de Creta, el gigante de bronce: la
idea de autómata. En el sentido de la antigüedad: un ente que funciona
independientemente de su creador, que emula cierto nivel de vitalidad y, no
menos importante, que no tiene alma; diferenciado del robot por la falta de
configurabilidad de su comportamiento y
la incapacidad de reacción paramétrica, lo
que hace al autómata un ente-objeto fuertemente determinista.[3] Uno de los ejemplos más
memorables de los primeros robots antiguos, dejando ya de lado la pura
mitología y yendo hacia la teorización es el de Las Palomas de Arquitas de Tarento, un matemático griego nacido en
430 a.C. cuyo otro logro memorable es haber sido (según algunas fuentes) amigo
de Platón, cosa nada fácil (según algunas otras fuentes), de ser.
Observación 15: Toda
teoría es un tipo particularísimo de mitología.
Las Palomas habrían sido entonces aves de locomoción a
vapor[4] que, gracias a propulsores
de vapor comprimido, llegaron a planear hasta 300 metros. Escapa de lo
memorable del recuento cómo se veían más allá de las poleas y tornillos que uno
se figura sobre algún material extremadamente liviano, y la imaginación
predispone a una amalgama de cuero y plumas y cera como pequeños Ícaros húmedos
y raquíticos.
Otro ejemplo digno de
mención pertenece al Renacimiento italiano, salido de la mente multifacética de
Leonardo da Vinci. Los bocetos del, muy apropiadamente llamado, Robot de Leonardo fueron descubiertos
recién en 1950. El Robot consistía de
una armadura ítalo-germánica de cuerpo completo operada por una serie de cables
y poleas, capaz de pararse, levantar su visor, y mover su mandíbula y cada brazo
independientemente. La única exposición que se le conoce parece haber sido en
la corte de Ludovico Sforza en Milán, 1495. 455 años[5] después los bocetos fueron
recreados demostrando, además de un remarcable conocimiento anatómico[6], que el modelo era plenamente
funcional.
Pero al esmerado
lector de ciencia ficción los robots de Arquitas y Leonardo podrán parecerle,
en ese espacio gris entre el significado y el significante, más autómatas que
otra cosa. El primer robot humanoide y electrónico, como muchas otras cosas, lo
reclaman los ingleses. Creado por un veterano de la Primera Guerra Mundial y un
ingeniero aeronáutico, Eric fue
presentado en Londres en 1928[7], y se ancló en el
imaginario de la época como la prefiguración del robot arquetípico: de voz fuertemente
distorsionada, cuerpo plateado, extremidades cilíndricas, facciones inmóviles.
Como el de Leonardo, Eric podría
pararse, inclinarse y mover los brazos, y gracias a la comunicación por señales
de radio, hablar con la voz de sus creadores.
Incógnita 7: ¿Acaso
los robots no son más que marionetas? ¿El hombre hablándose a sí mismo a través
de una distancia imaginaria?
Durante su único año
de existencia Eric recorrió el mundo,
impulsado por el positivismo futurista todavía reinante a principios del siglo
XX, presentándose siempre como: “Eric el robot, el hombre sin alma.[8]”
Quedó entonces fuera
de circulación para 1929, año en que Japón presentó su primer robot: Gakutensoku.[9] Creado por un biólogo en
Osaka, y de circulación mucho más restringida, Gakutensoku presentaba toda una gama de características, además de
poder cambiar sus expresiones faciales y mover la cabeza y las manos a través
de mecanismos de aire comprimido[10], que al observador
occidental podrían haberle parecido fuertemente surrealistas: tenía una bolígrafo
con forma de flecha en la mano derecha, una lámpara que recordaba un mazo
medieval en la izquierda y un pequeño pájaro robótico sobre uno de sus hombros,
que podía llorar. Cuando lo hacía Gakutensoku
cerraba los ojos, en expresión pensativa; cuando brillaba la lámpara escribía
con su bolígrafo-flecha. Si bien tampoco estuvo en circulación por más de un
año, dice mucho de las sociedades en las que fueron construidos que el primer
robot occidental haya estado inspirado en trabajadores obreros, y el oriental
se tratara de un escritor.[11]
Después de todo la
palabra “robot” viene del checo robota,
que significa “trabajo forzado”, y se utilizaba en referencia a los
trabajadores alquilados que circularon en el Imperio Austrohúngaro hasta 1848,
pocos años antes de la Segunda Revolución Industrial. El término lo utilizó por
primera vez el dramaturgo Karel Capek en su obra teatral R.U.R. En ella el
protagonista, Harry Domin[12], crea una empresa en una
isla desierta, Rossum’s
Universal Robots, dedicada a la fabricación de criaturas
mecánicas a imagen y semejanza de los seres humanos para utilizarlas como mano
de obra barata, roboty. El éxito de
la empresa parece inacabable hasta que el doctor Gall, jefe del Departamento de
Psicología de Robots Universales Rossum[13], les confiere alma. A
partir de ese momento los robots se rebelan y, como no podía ser de otra forma,
le declaran la guerra a la humanidad. Tras el estreno de la obra Capek se dio
cuenta de que había reinventado sin buscarlo el mito del Golem judío de Praga,
lugar en el que, curiosamente, se presentó la obra por primera vez. Había
cambiado en el imaginario arcilla por metal.
Eric, el primer robot inglés, tenía grabadas las siglas
R.U.R. en el pecho a modo de retorcido homenaje. Asimismo las tuvo cuando fue
reconstruido en 2017 por el Museo de Ciencias de Londres, superado esta vez por
la reaparición de Gakutensoku en 2008,
en el Museo de Ciencias de Osaka. La empresa alemana Festo presentó en 2011 una
ave-inteligente basada en la gaviota argéntea, que con un metro de largo, dos
de envergadura, y pesando solo 450 gramos puede despegar, volar durante horas y
aterrizar de forma autónoma. La tecnología biomimética aplicada puede
rastrearse hasta los primeros bocetos de Da Vinci, allá cerca de 1490, y sus
rudimentarios modelos de alas capaces de aletear, e incluso hasta Las Palomas.
Observación 16: Este texto es ahora un
autómata.
[1]
Quizás haya sido su intención desde el principio.
[2] E
incluso uno podría arriesgar: con paralelismos teológicos.
[3]
Por eso mismo siempre han sido considerados excelentes guardianes.
[4]
Algo que uno nunca relaciona lo suficiente con los griegos.
[5]
Más del doble del tiempo de existencia del país desde el que el escritor
escribe.
[6]
Digno del creador del Hombre de Vitruvio.
[7] 22
años antes del descubrimiento del Robot
de Leonardo.
[8]
Muy apropiadamente.
[9]
Cuya traducción del japonés sería: “aprendiendo
de las leyes de la naturaleza.”
[10]
Progresión natural de la tecnología de Arquitas.
[11]
O quizás pone en
evidencia la indistinguibilidad de tales oficios a los ojos de veteranos,
ingenieros y biólogos. ¿Qué es un poema más que una bonita pared? Palabras como
ladrillos de colores.
[12] Cuyo
apellido surge sin duda del latín dominus:
“propietario”, “jefe”.
[13]
“Departamento de Psicología de Robots” le causa al cerebro unas cosquillas
similares a las de “Robots antiguos”.
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