Una
niña patina en la superficie de la luna. La baja gravedad la hace parecer mayor
de lo que es. Sus patines emiten una luz violácea que corta la gris superficie
lunar (aún más gris que la cinta magnética sobre la que se desliza). Sobre ella
un domo de cristal la aísla de la noche perpetua. Tiene la impresión de que la
constelación Ofiuco la sigue.
Se
mueve lo suficientemente rápido como para dejar una delgada estela de polvo
lunar a su paso, de la que cubre sus ojos con anteojos de aviador. Su “comet tail” se interrumpe cuando entra a
uno de los túneles que conectan subterráneamente los domos. Los destellos
violetas parpadean con cada fugaz contacto de sus patines contra la cinta.
Gana
velocidad y sale disparada del otro lado, elevándose unos centímetros por sobre
el suelo para luego reacomodarse con ambos pies. En sus oídos suenan toda clase
de pitidos electrónicos, salidos de un auricular con forma de caracol que cubre
toda su oreja derecha. El hacinamiento del aire del domo en el que entra se
advierte incluso a tan altas velocidades. Imperialis
capitis.
La
luz de Ofiuco se pierde en la del sol, que hace brillar el domo, que brilla en
los anteojos, y en la pupila de la niña, que de pronto se detiene en seco. Ha
llegado a la residencia desde la que pidieron la pizza. La caja redonda se
pierde en la masa amorfa y brillante del edificio, que se la traga como una
célula gigantesca. Lo último que ve de ella el satélite que confirma los
pedidos es el chispeo de sus patines mesclado con el azul eléctrico de sus
largas medias. Nadie podía imaginarse que esa pizza alimentaría a uno de los
ingenieros of THE SINGULARITY. No
mucho después le recriminaran una vez más que dar saltos pone en peligro la
integridad física de los patines.
Hdytto
se rascaría la cabeza si pudiera. Curiosity is a louse, and the moon the head of a dreamer.
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