Abandonó
la cueva al amanecer con la lanza en alto y las piernas descansadas, pero ahora
vuelve arrastrando su peso. De sol a sol recorrió la llanura desierta, y no se
ha cruzado con ningún otro ser vivo. Algunas nueces y frutas en diferentes
estados de fermentación se agolpan colgadas en su cintura, pero no ha
conseguido nada más. Pronto serán los únicos en aquella vastedad inmóvil, y no
puede evitar imaginar a su hijo persiguiendo sombras en lugar de ciervos;
intentando espantarse de los ojos las manchas del hambre, y del vientre la
hinchazón desfiguradora. Llega al umbral de la cueva con los hombros pesados y
los brazos vencidos, la poca energía que le quedaba se esfumó con las últimas
luces, pero su mujer no debe saber que le gritó al sol hasta que se quedó sin
aire.
Y
la encuentra cerca de la entrada, con su hijo en brazos. Un fuego alto de
esperanza crepita contra una de las paredes interiores, negra por las noches de
llanto del pequeño. Una vez más no habrá nada que asar. Una vez más las miradas
se encontrarán y caerán por tierra. La escamosa mano femenina dejará el
tranquilizador arte para otra noche y para la tintura de otras frutas. Y él
acariciará su cabellera de tentáculos hasta que quede dormida, y el pequeño le
escapará al hambre en su charquito de agua entre ellos.
Los
cuerpos verde-marinos amanecerán llamados por el silbido de un viento que no encuentra
nada a su paso. Se levantan pesados, furiosos y tristes. Él sabe muy bien que
deberían haber migrado con el resto del clan. Se lo repite cada día al volver
con las manos vacías, y se lo reprocha al sol, y al viento y a la llanura; y a
sí mismo. Las manos de su mujer tiemblan cada día un poco más, y el llanto de
su hijo es apenas un ronroneo.
Sale
de la cueva mirando fijamente al gigante rojo en el cielo. Si las nubes
perpetuas no se compadecen de ellos pronto también pasarán sed. Lo siente en la
escamas de su espalda: entre su calor corporal, ecualizado con el que le llega
del sol rojo, y la hirviente llanura, el agua ha desaparecido. Throught his third eyelid he must recognize
the path ahead, debe recorrer la llanura por senderos que no halla
recorrido antes. Debe encontrarse a sí mismo en las anteriores esperanzas que
se esmeró en borrar el viento.
La
lanza avanza a media asta, pero los músculos se resisten a dejar de quemar. La
marcha se inicia en un momento cualquiera, furiosa como la hoguera vacía. Y
toma velocidad, jugándole una carrera a un viento que es un silbido que se
vuelve cada vez más agudo hasta desaparecer, como sus horas.
Y
entonces cree oler algo con la lengua, que no es roca ni madera, ni sal ni
huesos blancos. Tarda unos minutos en oírlo, corriendo hacía esa dirección: la
lluvia también ha olvidado a un puñado de peces voladores. Les salta encima
como sí tuviera la necesidad de reclamarlos como suyos. Al primero que toma lo
estruja con el puño (pues no son más grandes que su puño) y finalmente siente
la esquiva humedad de otro ser que se debate por seguir vivo. Inmediatamente le
arranca la cabeza de una mordida. They
are one now.
Cuando
consigue ahuyentar al animal en el que se había convertido la sangre de otros
dos corre por su afilado mentón. Los dos que sostiene en las manos serán el
símbolo de su clan, si los ayudan a sobrevivir lo suficiente. Los envuelve
cuidadosamente en la piel de uno de los devorados para que mantengan la
frescura y se los cuelga separados de las nueces y las frutas, porque son,
ahora, su pequeño tesoro. En un atisbo de cordura vuelve a saborear el aire,
pero no siente nada más, aunque sabe que ese es un camino por el que vale
volver. Su carrera de vuelta a la cueva no puede esperar a la caída del sol.
Pero
lo que encuentra does not fall short of
the paradox of founding fish in the middle of the desert: cinco seres
iguales a él mismo pero vestidos con colores extraños se deslizan por debajo de
la línea del horizonte, en dirección a la entrada de la cueva. Han visto el humo
de las noches perdidas y la marcha de sus lanzas declara que no temen herir la
carne hermana. Por unos segundos podría confundírselo con el viento: llega
antes que ellos y sin ser visto. Sin aliento intenta explicarle a su mujer lo
que está a punto de pasar, pero ella está hipnotizada por los pececitos.
Intenta ponerla en pie, porque deben huir, porque quedarse no es una opción,
pero sus piernas están demasiado débiles. En un funesto escalofrío siente que
se le escapa la existencia de las manos: pero su mujer deja de ser un animal
mucho más rápido que él, y le señala los pilones de ramas recogidos. El pequeño
dormitaba hasta que el pilón se derrumbó y fue corrido a las apuradas. Los
brazos escamados queman la última comida en un instante, y una lanza enmascarada
por el viento le pasa demasiado cerca cuando todavía la entrada no estaba
tapiada. Un cuerpo verde-marino se encuentra con la punta mortal de la suya al
querer escabullirse por la abertura. Y la batalla se transadla forzosamente
afuera. Cuatro de ellos lo rodean, todavía con el mentón encendido. Uno más
tendrá que caer con el cuello desgarrado for
him to realize que se trata de adolescentes. Uno se le escurrirá hacía la
cueva al ser herido en una pierna, y otro comenzará a retroceder queriendo perderse
en el desierto, al ver que aquella locura es mucho mayor que su propio hambre.
Muy diferentes serán las dos heridas mortales: la primera el eco de un alarido
proveniente de la cueva, la segunda la punta de una lanza lentamente
introducida en el pecho de quien le destinara a su agresor exactamente lo
mismo. Su cuerpo ofidio caería a tierra sin ser visto por los ojos del último
en pie, cuyos pies se perderían ruidosamente en la distancia. Y desde la cueva,
silencio.
Varios
miles de años después alguien encontraría curioso el ideograma de dos peces
voladores atravesados por una lanza que se repetía numerosas veces a lo largo
de un sistema de cuevas, por entonces, en plena jungla. Su mujer nunca sabría
que fueron sus gritos al sol los que trajeron la lluvia.
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