Burning up your brain like a piston. El
fin de semana de ambos será arruinado por la lluvia, pero no la misma, porque
viven en diferentes puntos de la ciudad. Los vecinos de piso de abajo de alguno
de los dos desafiaran al clima dando una fiesta, cuya música durará exactamente
hasta las 5:55 de la mañana del domingo. El otro advertirá que los tres hijos
de un amigo se han resfriado todos a la vez, por lo que consigue escuchar a
través del teléfono.
Uno
de los dos pegará un jabón que se acaba con otro nuevo, y recordará las clases
de química de la secundaria. Es el mismo que se pasará la mayor parte de esos
días libres poniéndose al día con una serie.
Extinction is the rule.
En
un táper en alguna de sus heladeras un guiso de lentejas deja de ser apto para
el consumo. Una rata que no se mostrará hasta dentro de algunos días lo
degustará directamente desde el tacho de la basura. No habrá tenido crías, pero
habrá vivido hasta el límite de su esperanza de vida.
Una
plaza ubicada en el punto medio entre sus hogares hará maldecir a un
adolescente al que le cancelaron el primero, de lo que él deseaba, serían
muchos encuentros amorosos. Time spent
with cats is never wasted. Allí mismo recibiría la lluvia un encendedor
medio vacío, un envoltorio de chupetín, decenas de chicles, y el familiar más
directo que le quedaría a la rata, que habría sido atacado por un perro.
A
diez cuadras en cualquier dirección la lluvia forma una gruesa cortina. En el
límite noroeste de tal círculo hay una farmacia que vende éxtasis a precios
accesibles. Hace unos meses una anciana se llevó algunas pastillas sin darse
cuenta y tuvo la clase de Pilates más salvaje de su vida. La nieta mayor de una
de sus compañeras estudia filosofía, y su abuela no le entiende la mitad de lo
que le comenta cada vez que le pregunta cómo le va en la universidad. La única
droga que ha tomado la estudiante, en su vida, ha sido Freud.
El
plástico tarda quinientos años en descomponerse, una rata probablemente menos.
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