El
peso de una gota de agua separa a la hoja seca de su tallo. La hoja cae en ángulo
siguiendo la curvatura del redondel rojo de una señal de STOP, que un diminuto par de ojos color almendra miran sin ver,
ocupados como están por llegar a tiempo al trabajo. El auto dobla en perfecta
segunda y cruza velozmente el puente sobre el arroyo en el que está bebiendo un
perro. A trecientos metros otro perro que también bebía del arroyo intercepta
una botella que ve flotando. Algunas gotas de líquido oscuro salen volando de
su interior cuando el perro se sacude, y su fuerte olor lo obliga a dejar la
botella no muy lejos. Una bicicleta la pasa por encima y su rueda delantera
pronto apunta perpendicularmente al arroyo. La uña de uno de los dedos gordos de
los pies de quien pedalea finalmente rompe una de sus medias. Los colores de
las medias son los mismos que los de la mochila de Dragon Ball. Dentro de la mochila, dentro de un frasco de mermelada
con agujeritos, dentro de la araña allí encerrada que salta para todos lados,
los restos líquidos de una mosca matada con un repasador se absorben rápidamente.
Dentro de una de las casas por cuya vereda pasa la bicicleta se está leyendo “La
metamorfosis” de Kafka, y el lector sopesa los pros y los contras de que Gregor
no se hubiese transformado en otro insecto, por ejemplo, una mosca, o aún
mejor, una araña. El silbido de una pava lo interrumpe y no tarda mucho en
darse cuenta de que le está poniendo azúcar al mate, cuando a él le gusta
amargo. Media hora después se debatirá entre hacer el mate de nuevo o llamar a
un amigo. Cuando finalmente decida lo segundo habrá pasado la hora de la siesta
y demandará su atención un coro de toces.
To young Mark. Always with one hand ocuppied. Children of thirty two try to tell me what is a good cigar and what isn’t. Me, who never learned to smoke, but always smoked; me, who came into the world asking for a light. Me, who when asked by a waitress about the kind of beer I would prefer, sweet, sour, toasted or fruity, always respond: cold. Me, who began going out when I was seven. Me, that have lived four hundred and fifty six weekends without throwing up once. Me, who stole my parent’s condoms right after my last brother was conceived. Me, who came from the uterus dancing and when the nurses left the room, lighted a ciggy.
Comentarios
Publicar un comentario