La pared ha mudado de color no hace
demasiado. La falta de una segunda mano y las imperfecciones en
los zócalos delatan que ha sido pintada apresuradamente y sin
demasiado esmero. Testimonio de ello son algunas gotas que han ido a parar a la
alfombra, víctimas de un rodillo estrangulado.
La pared tiene cuatro caras (siete si se
cuenta donde se halla empotrada una de las bibliotecas), sin contar la que
refleja el espejo. Todas ellas fueron la placenta donde día a día creció un
oficio, o donde creció hasta comenzar a declinar, como las finas grietas de las
paredes aun sin pintar demostraban. Grietas hechas a fuerza de murmullos
incansables, andares meditabundos, libros voladores, y sobre todo,
respiraciones agitadas.
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