La
caja de habanos tiene grabado en la tapa el rostro de una mujer risueña,
rodeada de flores. En su interior dos habanos y medio descansan en el fondo,
desordenados presumiblemente por el movimiento de la caja. Esta habría contenido
doce de ellos, seis sobre seis, dispuestos horizontalmente entre las dos delgadas
placas de madera que componen su fondo y su tapa.
El
medio habano ha dejado, tras girar sobre sí mismo, una delgadísima aureola de
ceniza en forma de arco. Mojada su punta encendida en agua (o quizás whisky)
para su consumo posterior, parece haber tardado más de los esperado en secarse,
y ante la prisa del consumidor, que optaría por un cigarrillo, ha sido devuelto
bruscamente a la caja.
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