La
miniatura de la Torre Eiffel es un recuerdo ajeno: fue el regalo de un hermano
mayor, fallecido, pero que tuvo buena vida. Por ello permanece en el modular, a
pesar de que una de sus patitas de bronce se ha abollado al usarla sus sobrinos
como juguete.
Desde
el segundo estante, tras la puertita de vidrio, junto a una caja de habanos, la
torre de bronce encierra una idea: la muerte del romanticismo. Quien tomara ocasionalmente
un habano de la caja a su lado la observaría con una mezcla de temor y placer,
y pensaría según su humor, al momento de encenderse con recuerdos propios, en
su mujer o en su hermano.
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