El
cesto de la basura es metálico y cilíndrico. A ras del piso una palanca
grisácea a modo de pedal eleva la tapa, y abre de par en par sus desdentadas
fauces. Hallándose a la derecha bajo el escritorio, ha sido víctima de sendos
puntapiés de piernas en estiramiento. Por ello varias veces se ha negado a
abrirse, sufriendo además algún que otro pisotón.
Al
contrario de la mesita de vidrio, donde los libros revolotean fugazmente, todo
lo que va a parar a él se queda en él, perdido en un doble olvido. Los casos
más recientes han sido algunas hojas garabateadas, un atado de cigarrillos, varios
pañuelos descartables empapados, un anillo de bodas y media foto de una mujer de
piernas largas, cuya otra mitad descansa en una billetera.
Comentarios
Publicar un comentario