El
perchero de pie se mantiene obstinadamente firme. Sus tres asimétricos apéndices
dejan el tronco en curvas pronunciadas y, a diferentes alturas, se extienden hacía
el techo.
Al
contrario del retoño de pino con cuya madera esta hecho, el perchero ha sido
condenado a su adolescencia. A fuerza de barniz y papel de lija se ha limado su
individualidad, las asperezas que le darían carácter, y al cercenarle a su
materia la meta única de crecer, se lo ha obligado a mirar siempre hacía arriba,
a sostener su propio peso sin poder mirarse nunca los pies. La reproductibilidad
ha creado otro cadáver cuya única resistencia es mantenerse de pie.
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