BLACKENED WATERS. Pisadas
cuadrúpedas se dibujan lentamente en la arena. El mar a un costado está tan
tranquilo que podría confundirse con una laguna. El delicado oleaje color
obsidiana fluye y se retrae lentamente, ayudado por múltiples lunas, apenas
visibles en el cielo gris. La nariz no sabe muy bien lo que busca, pero
disfruta de la humedad cíclica de la arena cristalina. Inunda el aire un
devastador olor a aceite y plástico quemados, que la nariz apenas percibe, pues
son olores que ha sentido desde su nacimiento. Puede ser que en un principio
hubiese estado siguiendo el olor de un conocido, pero le es imposible estar
seguro ahora. La marea juega a perseguir sus huellas sin alcanzarlas nunca.
Una de sus patas se hunde sospechosamente en
la arena, y se la queda mirando unos segundos. Mueve sus colas rojizas con el
gesto automático de alertar a la manda de que ha encontrado algo interesante,
pero está demasiado lejos como para que alguien lo vea. Cree escuchar un
chirrido viniendo del mar y mira hacia allí con uno de sus ojos, pero no
encuentra nada diferente, y vuelve a enfocarlos todos en su pata. Comienza a
escarbar. La arena, como vidrio molido, le hace estornudar, pero continúa.
El espectador tiene la sensación de que le
pica la nariz, ¡pero no está seguro de tener una nariz debajo del casco! ¡How silly!
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