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Millennial 31 (Perro-Mosca II)

Escarba y escarba, pero no tarda mucho en perder las esperanzas, baja las colas. Vuelve a mirar con todos sus ojos al mar, ahí tampoco hay nada, no hay cambios en su espectro de luz visible, ni en magnetismo, ni en temperatura. Por aburrimiento decide no se darse por vencido. Escarba un poco más y finalmente encuentra el nido de pólipos. Los olfatea cuidadosamente para asegurarse de que son lo que creen que son. Una vez convencido, allí con la cabeza metida en el poso, dispara el ácido desde su palpo. Los pólipos pierden su vivido color verde y se retuercen hasta quedar hechos una masa amarilla, que él luego absorbe con su alargado apéndice de artrópodo. Pero un chirrido ensordecedor interrumpe su comida. Al levantar la cabeza se da cuenta de que el mar negro ha retrocedido varios kilómetros, y lo sigue haciendo. Mueve la cola a más no poder y recuerda fugazmente que lo que había seguido en un principio era ese mismo chirrido. Un cráter de arena transparente se abre frente a sus múltiples ojos, bordeado por sus pisadas. En lo más profundo del horizonte llega a ver una selva de enormes agujas metálicas, de diferentes alturas, antes escondidas bajo el nivel del mar. Los campos magnéticos alrededor de ellas twists and transforms, formando una cúpula que se pierde en el cielo. Inmediatamente comienza a correr en esa dirección, saltando a través de la ondulada geografía que ha dejado el descenso del agua, pero lo detiene en seco una explosión de temperatura como no ha sentido nunca antes. Una de las agujas vibra en la distancia emitiendo una luz azul tan potente que llega a bañarlo a él mismo, y de un segundo para otro se pierde entre las nubes. 

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