Otro golpe cae y su cabeza sigue la órbita en
la que la pone el golpe. Otro golpe y ya no puede sentir la cara. Uno más y se
está ahogando. El bruto se inclina hacía atrás para propinar lo que cree será
el golpe final, y él aprovecha para tomar la daga que tenía escondida contra el
costado (tan bien escondida que por un momento se había olvidado de ella). La
toma con tal esfuerzo que tiene la sensación de que en realidad se quiere
defender con una costilla rota. A través de la sangre y el dolor la esgrime con
firmeza y la clava en el costado del bruto con toda la fuerza de la que es capaz.
El bruto se toma el costado con la mano libre, y él vuelve a apuñalarlo, a
través de la mano. Lo escucha maldecir y retorcerse, cortando el silencio
mortuorio del estadio. Le pelea a la oscuridad y consigue entreabrir los ojos. Si,
si, si, si, si…
El bruto se incorpora más rápido que él, y
otra vez busca embestirlo con la espada en alto, hirviendo de hybris, pero él consigue adelantársele,
y tomándolo de la cintura lo alza y lo devuelve al suelo. Siente como sus
propios huesos tronan al dejarlo caer. La gigantesca espada del bruto
finalmente se escapa de sus manos, y su aturdimiento le da el tiempo suficiente
para volver a apuñalarlo. Él no tiene que demostrar nada. Lo apuñala por cuarta
vez. Él solo quiere sobrevivir. Apuñala la herida más roja que encuentra.
Siente que se desvanece. La daga se rompe a la mitad contra la cota de malla.
Él no eligió estar ahí. La boca del Otro está llena de sangre. La daga rota se
hunde en los músculos del cuello. Él no quiere morir. El bruto todavía intenta
respirar. Le arranca el casco tomándolo de la cresta. No, no… La daga se le cae
de las manos al ver que se trata de un infante, al ver que es un niño quien
está unido a ese cuerpo monstruoso. El cielo se parte a la mitad y una mano gigantesca
procede a elevar al ganador, y llevárselo a la boca. We all are somebody's toys.
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