Los siete niños entran atropelladamente al
comedor. Cuando se sientan a la mesa la entrada a la base esta regada de
pequeños trajes espaciales. Afortunadamente esa vez solo dos se quejan de que
otra vez almorzarán papas, al resto no parece importarle mientras que sean fritas.
Tras calmar lo mejor que pudo el barullo inicial su padre junta los trajes
sucios. Uno de ellos tiene los pies manchados de negro, lo que le gana al hijo
mayor la reprimenda, una vez más, de no pasearse tan lejos sin su supervisión.
Y aprovecha la oportunidad para recordárselo a todos. Algunos asienten y otros
siguen devorando. Tan pronto como deja los trajecitos en la cámara
esterilizadora el padre también se sienta a la mesa. Consigue agarrar algunas
papas perdidas antes de que se terminen y evita que una broma del hermano del
medio al inmediatamente menor escale a la categoría de conflicto bélico. Al
terminar de comer seis de los siete corren a lavarse las manos para volver a
salir lo antes posible. El único que se asegura de agradecer a su padre recibe
una palmada en la cabeza de recompensa. Los platos desaparecen absorbidos por
la mesa.
El pequeño batallón forma entonces una línea para
esperar la retribución de sus trajes, entregados diligentemente por una cinta
que los transporta desde la otra cámara siguiendo el orden de nacimiento. Su
padre les recuerda, primero, que no se peleen, y segundo, que mantengan las
comunicaciones abiertas aunque estén peleados. El menor llega último, porque
había tenido que usar el baño. Su padre lo ayuda a ponerse el traje para que no
se quede atrás, y este le cuenta que descubrieron un grillo de doce patas, que
se comunica por ultrasonido. El padre finge no creerle y lo alienta a que le
traiga uno para estudiar. Una vez que el traje simbionte se cierra el niño sale
a la carrera, atraviesa la membrana aislante y se pierde tras su brillo
violáceo. Nuevamente todo está en paz en la blanca base, pero el padre no puede
quitarse de la cabeza la idea de que el mayor se meterá nuevamente en problemas.
Toma un traje y se aventura al exterior.
Afortunadamente parece que su proposición de
que le llevaran un grillo dio frutos. Siete y Cinco hacen una trampa con
ramitas de la amapola balrogiana que cubre toda base. Dos, Seis y Tres discuten
la información geográfica que proyectan sus visores. Uno busca entre los
arbustos de lila pandemonica, y Cuatro escaba no muy lejos, valla uno a saber
con qué esperanza. No es nada fácil educar a tantos clones de uno mismo a la
vez, pero después de aquel accidente la misión lo requiere.
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