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Millennial 37 (Lucrecia II)

El hombre nunca llega a probarlo. Al girar la cabeza hacía ella comienza a sangrarle la nariz, y de un segundo para otro cae muerto sobre su asiento. Su acompañante se despierta con el grito de Lucrecia pidiendo un médico. Y al ver al hombre también se desploma. Lucrecia corre hacia la cabina de las azafatas, haciendo uso de toda la cordura de la que es capaz, con la intención de llegar al altavoz y preguntar si hay médicos a bordo, pero embiste en su carrera a la señora que había pedido el jugo de naranja, y cae en el corredor. La fornida señora se le acerca apologética, pero al ver su uniforme manchado con el coctel también cae. Sus dos niñas irrumpen en un llanto atroz, a la vez que varios pasajeros se giran a ver lo sucedido. El delgado hilo de sangre que surca los labios y las orejas de la mujer derrumba a todos los curiosos. A lo lejos se escucha a alguien gritando que es médico, sofocado por una cadena de llantos. Cada llanto de un niño mata a sus padres. Cada padre muerto mata a su niño.
Lucrecia se arrastra contra un costado sin poder creerle a sus ojos cuando se da cuenta de que el avión esta descendiendo  estrepitosamente. Intentando huir de los cuerpos sangrantes junta la fuerza para arrastrarse hacia el sector de las azafatas, pero es demasiado tarde. Las otras tres se han derrumbado apenas han dejado sus puestos. Los llantos han cesado. Corre desesperada hacia la cabina de los pilotos. Golpea con todas sus fuerzas pero nadie le responde. El avión bajo sus pies se sacude turbulentamente. Corre hacia la otra punta del avión cayéndose y levantándose, cayéndose y levantándose. Nadie responde a sus gritos. Siente que le cuesta respirar. Los respiradores de emergencia caen justo cuando las luces comienzan a fallar. Nadie más respira. Lucrecia no entiende. No podría entender. En el fondo de la clase turista se encuentra con el niño que quería acariciar las nueves. Duerme. Lo toma en brazos y vuelve a su asiento. Siente como baja la presión. Abrocha su cinto. Mira por la ventanilla el cielo monocromático. Colorblind. Y las nubes le parecen más blancas que nunca.  

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  To young Mark. Always with one hand ocuppied.   Children of thirty two try to tell me what is a good cigar and what isn’t. Me, who never learned to smoke, but always smoked; me, who came into the world asking for a light.   Me, who when asked by a waitress about the kind of beer I would prefer, sweet, sour, toasted or fruity, always respond: cold.   Me, who began going out when I was seven. Me, that have lived four hundred and fifty six weekends without throwing up once.   Me, who stole my parent’s condoms right after my last brother was conceived. Me, who came from the uterus dancing and when the nurses left the room, lighted a ciggy.

Millennial 15 (La niña lunar)

Una niña patina en la superficie de la luna. La baja gravedad la hace parecer mayor de lo que es. Sus patines emiten una luz violácea que corta la gris superficie lunar (aún más gris que la cinta magnética sobre la que se desliza). Sobre ella un domo de cristal la aísla de la noche perpetua. Tiene la impresión de que la constelación Ofiuco la sigue. Se mueve lo suficientemente rápido como para dejar una delgada estela de polvo lunar a su paso, de la que cubre sus ojos con anteojos de aviador. Su “ comet tail ” se interrumpe cuando entra a uno de los túneles que conectan subterráneamente los domos. Los destellos violetas parpadean con cada fugaz contacto de sus patines contra la cinta. Gana velocidad y sale disparada del otro lado, elevándose unos centímetros por sobre el suelo para luego reacomodarse con ambos pies. En sus oídos suenan toda clase de pitidos electrónicos, salidos de un auricular con forma de caracol que cubre toda su oreja derecha. El hacinamiento del aire del domo...

Máquinas Salvajes VI

VI Leopardos, serpientes y halcones han sido los principales depredadores de primates durante millones de años, remontándose a los primeros mamíferos placentarios. Antes de que el hombre fuera tal, es decir, su propio depredador, este existía en un estado de guerra absoluta y exclusiva contra esa elite condenada.    Algunos antropólogos proponen que esta guerra de millones de años ha dado origen a cierto ideograma, reconocible universalmente en su cualidad de síntesis de esos miedos primordiales: el dragón. Este vendría a ser la unión de las cualidades más terribles de esas tres encarnaciones: las fauces del leopardo, el cuerpo alargado y escamado de la serpiente, y el vuelo veloz del halcón. Cita 3: The fall from Eden seems to be an appropriate metaphor for some of the major biological events in recent human evolution. This may account for its popularity.   It is not so remarkable as to require us to believe in a kind of biological memory of ancient historical...