El
girasol es en realidad un juguete de plástico, mucho más viejo que la foto
tomada en la ruta. Alzando su rígida cabellera por sobre el portalápices que
adorna la biblioteca de ébano, parece espiar el mundo exterior. Su cabeza es marrón,
representando una serie de puntos negros dispuestos en círculos sus semillas,
unos dentro de otros. Sus pétalos son redondeados en las puntas y su tallo
corto, con apenas dos hojitas saliendo de él a diferentes alturas, también redondeadas.
A
pesar de su artificialidad, o justamente por ella, parece corresponderse con la
imagen mental que podría tener un niño de cualquier girasol. Su humilde tamaño
y el círculo de plástico verde que ocupa el lugar de sus raíces hacen pensar
que perteneció a un juguete o serie de juguetes mucho más amplio, que se ha
pedido. Quizás como la mano que lo utilizó, pequeña mano cuya infancia es para
alguien más eterna a través del plástico.
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