La
silla del escritorio es en realidad una vieja silla de mesa. De madera de
castaño, al contrario del roble del escritorio, está, en la parte del respaldo,
ligeramente más encorvada hacia atrás de lo que debería. El asiento, por su
parte, de cuero beige abotonado en los extremos, está en casi perfecto estado,
como si el descanso continuo de culos sobre él lo hubiese mantenido joven a través
del tiempo. La única herida es un corte minúsculo en el cuero casi en el borde
la silla, como si un culo vestido de jeans se hubiese levantado de golpe hace
muchos años, expectante. O quizás como si una mano de un niño, hijo del propietario de aquel culo, hubiese punzado
el cuero con una lapicera al quedar fuera de la vista de aquel, mientras ojeara
un libro. En todo caso la vieja silla, al igual que la miniatura de la Torre
Eiffel, es hija de un tiempo mejor.
To Dylan Thomas, the bluffer. Go drunk into that dark night. Rave, rave with your self’s shadow, dance. Dance to electric, acid drums. Go drunk into that dark night alight by fluorescent wristbands. Rave against living, against dawn. Lay bare, under a dark sky, what we all are. Go to the bathroom stalls, past the raving crowd, break in line and start a fist fight. Get drunk and scarred, animal. Smile, neon bloodied, at oblivion. Rave against all lights unflickering, against all unbroken bones, against those who dance and those who don’t: be an asshole. And dance, dance electric seraph, dance, dance to acid drums.
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