Los
cuadros presentan motivos dispares, como las alturas a las que están colocados.
El de la izquierda, el más bajo y cercano al perchero, cargado de tonos azules
y dorados, es un viejo barco en una playa lejana, como visto desde mar adentro
con el sol detrás. Por sobre el barco oxidado parece flotar estática una
bandada de gaviotas, o la intuición de una bandada de gaviotas en la distancia,
en nueve aladas pinceladas para quien se detuviera a contarlas, sin orden
aparente, y sin contar las tres que descansan sobre el barco.
El
cuadro de la derecha, ubicado contiguo al anterior pero con la base a la altura
de la playa, es por el contrario mayormente verde y marrón. Representa lo que
parece un bosque de bambúes, indistinguibles entre sí y por lo tanto
incontables, apartados a los lados por un camino de piedras que invita a ser
transitado con la mirada. Las piedras del camino encajan unas con otras contra la
tierra desnuda hasta desaparecer en una curva en la distancia, cruzadas
alternadamente por las sombras de los bambúes de la izquierda, creando la ilusión
de que la luz del cuadro anterior se transfiere a este, y quizás continúa su trayecto
hasta el moribundo potus.
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