El
portalápices está casi vacío. Bajo la esquina superior izquierda de la
biblioteca de ébano pasa desapercibido en su negrura, salvo por el girasol de
juguete. Sin contar a este, solo se asoman por el borde de su cuerpo cilíndrico
un lápiz sin punta y un pincel delgadísimo, ambos entregados al olvido. En
contraste su fondo esta abarrotado de pequeños objetos que se repliegan desordenadamente
sobre sí mismos cada vez que el portalápices estorba la salida de un libro. Una
moneda de peso mexicano del 86’, una ficha de póker color morado, un llavero
con la imagen del vaticano, cuatro clips de diferentes colores y tres banditas
elásticas son el total de su población estable, sin contar las idas y vueltas
del anillo de bodas que ahora descansa en la billetera. Cíclicamente todos serán
olvidados, hasta que el girasol atraiga, como un faro, otro par de ojos a punto
de naufragar.
To Dylan Thomas, the bluffer. Go drunk into that dark night. Rave, rave with your self’s shadow, dance. Dance to electric, acid drums. Go drunk into that dark night alight by fluorescent wristbands. Rave against living, against dawn. Lay bare, under a dark sky, what we all are. Go to the bathroom stalls, past the raving crowd, break in line and start a fist fight. Get drunk and scarred, animal. Smile, neon bloodied, at oblivion. Rave against all lights unflickering, against all unbroken bones, against those who dance and those who don’t: be an asshole. And dance, dance electric seraph, dance, dance to acid drums.
Comentarios
Publicar un comentario