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Millennial 3 (El Rojo II)

I can’t feel pain, I can’t feel fear. Una gota de sangre cae de la mano de un infante. El puño se mantiene firme en el aire, todavía apretado. Ha roto una ventana sin motivo aparente. Quizás eyaculó algo de la furia que heredo de sus padres, furia con la que se siente hermanos, furia sinsentido, tan pura como él mismo. Quizás se devolvió la mirada en la superficie espejada, y no se reconoció, o quizás vio que alguien lo miraba detrás de su mirada.
La gota cae roja, el suelo vibra de pisadas y corridas cuando llega a él, el aire entre el puño y el suelo está caliente de risas y regaños, la gota cae por la misma gravedad que encorva los hombros del niño cuando se da cuenta de lo que ha hecho. Blood, milk & sky. La lágrima más pura es la que ya ha sido derramada, y no hay alarido más grave que el de una juventud que odia todo en lo que se transformará. Las vidas pasadas le escapan por la boca (death before I get dishonored): el niño cae rojo, y todo es “a tale told by an idiot, signifying nothing”.
La sangre se oxida, como lo ojos del niño, se marchita como una manzana, pero permanece. Al poco tiempo deja de vibrar, aunque los pies que se mueven a su alrededor crecen en número. Algunos trocitos del vidrio de la ventana le hacen compañía, pero están demasiado adoloridos por la caída como para reflejar alguna imagen significativa. Algunas sombras los rodean como a una fogata, en un baile al que cada vez se unen sombras más altas. El puño sigue apretado. Pasan las horas. El puño se abre entre sábanas blancas. Una mosca escapa. They cannot make a worm, and yet they will be making gods by dozens. 
El buzo hizo fast forward en las últimas escenas.

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  To young Mark. Always with one hand ocuppied.   Children of thirty two try to tell me what is a good cigar and what isn’t. Me, who never learned to smoke, but always smoked; me, who came into the world asking for a light.   Me, who when asked by a waitress about the kind of beer I would prefer, sweet, sour, toasted or fruity, always respond: cold.   Me, who began going out when I was seven. Me, that have lived four hundred and fifty six weekends without throwing up once.   Me, who stole my parent’s condoms right after my last brother was conceived. Me, who came from the uterus dancing and when the nurses left the room, lighted a ciggy.

Millennial 15 (La niña lunar)

Una niña patina en la superficie de la luna. La baja gravedad la hace parecer mayor de lo que es. Sus patines emiten una luz violácea que corta la gris superficie lunar (aún más gris que la cinta magnética sobre la que se desliza). Sobre ella un domo de cristal la aísla de la noche perpetua. Tiene la impresión de que la constelación Ofiuco la sigue. Se mueve lo suficientemente rápido como para dejar una delgada estela de polvo lunar a su paso, de la que cubre sus ojos con anteojos de aviador. Su “ comet tail ” se interrumpe cuando entra a uno de los túneles que conectan subterráneamente los domos. Los destellos violetas parpadean con cada fugaz contacto de sus patines contra la cinta. Gana velocidad y sale disparada del otro lado, elevándose unos centímetros por sobre el suelo para luego reacomodarse con ambos pies. En sus oídos suenan toda clase de pitidos electrónicos, salidos de un auricular con forma de caracol que cubre toda su oreja derecha. El hacinamiento del aire del domo...

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VI Leopardos, serpientes y halcones han sido los principales depredadores de primates durante millones de años, remontándose a los primeros mamíferos placentarios. Antes de que el hombre fuera tal, es decir, su propio depredador, este existía en un estado de guerra absoluta y exclusiva contra esa elite condenada.    Algunos antropólogos proponen que esta guerra de millones de años ha dado origen a cierto ideograma, reconocible universalmente en su cualidad de síntesis de esos miedos primordiales: el dragón. Este vendría a ser la unión de las cualidades más terribles de esas tres encarnaciones: las fauces del leopardo, el cuerpo alargado y escamado de la serpiente, y el vuelo veloz del halcón. Cita 3: The fall from Eden seems to be an appropriate metaphor for some of the major biological events in recent human evolution. This may account for its popularity.   It is not so remarkable as to require us to believe in a kind of biological memory of ancient historical...