Algo
de la mujer quedaba, incluso cuando movieron el cadáver, pegado al suelo de la
estación. Además del poncho y la ropa de entre casa, además del rímel y el
labial mutilados, tenía las manos llenas de anillos. En su última parada su
mano derecha se había quebrado como si hubiese estado hecha de ramas secas, y
uno de sus palidísimos dedos había saltado por el aire, arrancado como una flor
de una maseta vieja. Uno de dos jóvenes posibles lo encontraría por accidente, ambos
universitarios habidos de alcohol de mala marca e historias a medio contar,
ambos tan jóvenes que sus barbas recién empezarían a florecer. El que lo
encontró lo pateo en la oscuridad, con el tipo de patada que puede propinar un
andar desbalanceado. Sus propias manos estaban llenas de anillos, por lo que la
agudeza del sonido metálico le resultó familiar. Todavía unido al dedo el anillo
no viajo muy lejos, por lo que el joven pudo ubicarlo rápidamente y recogerlo. ¡Que
grata sorpresa le fue encontrar
lo que encontró! El dedo apenas se sostenía a los delgados bordes metálicos,
por lo que fue fácil separarlos y arrojarlo a este al cordón de la calle. His fear was raw and terrible until the day he discovered that greed
soothes fear.
El
anillo era de plata, se notaba por algunas manchitas de óxido verde que
recorrían su interior. Y no había rojo, ni blanco, y no había mujer (a pesar de
que él anillo era claramente de mujer), y no había más propietario anterior que
una M. grabada con torpeza, y este joven se lo hiso notar al otro, que era
rubio y más alto que él. ¡Que grata casualidad regalarle un anillo a quien
llevaba tres y se debatía por la exageración de un cuarto! El joven rubio
preguntó dos veces si realmente se lo había encontrado, y el primero lo afirmó
y remarcó las posibilidades de su descubrimiento. Therefore, he
welcomed greed into his mind, and greed, a ruthless competitor, soon crowded
out all other thoughts. Poco
después no hubo más charla sobre el anillo, y se volvió a debatir cuan atroz
era la impuntualidad de alguien más. Y su otra única mención memorable fue
cuando el joven de anteojos lo sintió contra el bolsillo de su jean al guardar
las manos porque hacía frío. Y lo único que quedó de la mujer fue una feliz casualidad,
y un dedo en el desagüe.
To young Mark. Always with one hand ocuppied. Children of thirty two try to tell me what is a good cigar and what isn’t. Me, who never learned to smoke, but always smoked; me, who came into the world asking for a light. Me, who when asked by a waitress about the kind of beer I would prefer, sweet, sour, toasted or fruity, always respond: cold. Me, who began going out when I was seven. Me, that have lived four hundred and fifty six weekends without throwing up once. Me, who stole my parent’s condoms right after my last brother was conceived. Me, who came from the uterus dancing and when the nurses left the room, lighted a ciggy.
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