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Rave

To Dylan Thomas, the bluffer.   Go drunk into that dark night. Rave, rave with your self’s shadow, dance. Dance to electric, acid drums. Go drunk into that dark night alight by fluorescent wristbands. Rave against living, against dawn.   Lay bare, under a dark sky, what we all are. Go to the bathroom stalls, past the raving crowd, break in line and start a fist fight. Get drunk and  scarred, animal. Smile, neon bloodied, at oblivion. Rave against all lights unflickering, against all unbroken bones, against those who dance and those who don’t: be an asshole. And dance, dance electric seraph, dance, dance to acid drums.

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Manuscript found in Lord Byron’s bookcase

                                                                                                                                                                                                                            To Percy, light upon his waterbed.     I’m the Scorpion King.   Beware, not the Camel King, nor, albeit my rattling ways, a snakish one.   My reign is a desolate wasteland which I, myself, have created. Where dumb-dumb  Ozymandiases  rust. Where mythologies go to die like an, oh so secretive, fart. Far away enough of people so they can pass quietly and unheard.   My reign is also of venom: purulent, vicious. Highly alcoholic melancholy, not of lethargic rest but instead breeder of anxious sleep, of bad poetry during late hours best served for onanistic endeavors.   ¡Behold the Scorpion King!   ¡Behold my drunkenness, ye mighty, and compare: the width of your temples to the size of my ding-dong!   Only one of them remains. Funny looking scorpion tail amidst ass and belly

Reading stories

You think reading  stories  is not worth the hassle,  but we’re made  of them.  The pictures you hold  in your gloomy head  that compose the narrative  of your life  and give it sense  are a story.  That ethereal memory,  at the back of your eyes,  of holding onto her  at a day’s end  it’s fiercely recalled  now  as a story.  How your parents met.  How you came to be.  How those before  those before  were,  is told as a story.  The plain anecdote.  The stinging complaint.  The trivial recount  with which  you explain yourself  to your friends: all things  experienced  owe their hold  of the soul  to storytelling.

To Phie / A Fi

To Phie I was never meant to be a writer. I was meant to be born in the darkest part of the Middle Ages, from a little village nested on some old-as-hell floppy mountain, summoned to fight the wars of the bourgeoisie. Tied by an “on the bread-line” salary, a shovel, a hoe (or two) and a tirelessly working farmer girl named something stupendously common like: Josephine. Pregnant with a child I would never meet when it was my time to go die for the opulent dreams of some blonde inbreeds. Short of sight, so no archery, I would’ve been sensible enough to die a quick death on some forgettable frontline surrounded by some close last-night-earnings-thrown-to-the-wind “comradees”, and not from cholera or syphilis, with enough acquaintances, to carry the news back home, having some chubby baby called (as shamelessly as I was) something or other: Cristianson .    --- A Fi   No se suponía que fuera escritor. Debí haber nacido en la parte más oscura de la Edad Media, en un pequeño puebli

También el jugador es prisionero

   Apoyó la mano sobre el mármol frío y sus dedos todavía húmedos dejaron cinco cicatrices translucidas. La tenue luz que se filtraba por la persiana a media asta cargaba el monoambiente de un gris que emulaba el de la mesada que acababa de rasgar. Afuera otro chaparrón veraniego parecía inevitable.   Un rayo de luz se dobló en su iris en el ángulo correcto como para, por una fracción de segundo, hacerlo alucinar un fantasma sentado en la silla de la computadora. Una tosca fotografía de él : pura silueta, puro recuerdo subconsciente del contacto de su piel. Lo corrió de su lugar y, todavía semidesnudo, se sentó a terminar de leer el poema de Ascasubi. El examen final que estaba preparando, y algunas otras cuestiones, lo tenían lo suficientemente ansioso como para haber necesitado aquella ducha en primer lugar. Toda la cosa le estaba llevando mucho más tiempo del que estaba dispuesto a reconocer y hacía relativamente poco que al amparo de la mitología borgiana sobre los cuchilleros h

Máquinas Salvajes VIII

VIII Llegado este punto el lector podría reprocharle al autor sobre la validez de analizar las figuras quasi-enteramente literarias (siempre quasi) del vampiro y del zombi como maquinas salvajes, o siquiera su utilidad en el análisis del viejo engranaje del miedo de la maquina humana. Podrá no ser tan evidente, pero ¿no son acaso estos tropos , estos personajes, sus ideas y el lenguaje que se usa para articularlos maquinas en sí mismas? ¿No son, como líneas de código, formas de la maquina humana de expresarse, con reglas internas y sistemas enteros de sentidos en constante tención? ¿Cómo engranajes? Si la lengua es una cosa viva, que evoluciona y se adapta, deberá permitírsele al autor hacerle extensivo el concepto que manejamos de “máquina salvaje”. Los engranajes siempre móviles de la máquina del lenguaje, sin temor a la tautología, se lo permiten. La insistente utilización de la etimología como motor de escritura no es un capricho. Pero el autor es de constitución pacífica; par

Máquinas Salvajes VII

VII El modelo del cerebro “triúnico” propone, para explicar su evolución, una división del cerebro en tres partes interdependientes, cada una con su propio tipo de inteligencia especializada en el control de ciertos comportamientos. El mal llamado “cerebro reptiliano” es una de estas divisiones (junto con el sistema límbico, o “cerebro paleomamífero” y el neocórtex), e incluye el tronco encefálico y el cerebelo, encargados, en primera instancia, del control de los músculos, el equilibrio y las funciones autonómicas (latir del corazón, respiración). Y, según el neurocientífico Paul D. MacLean, propulsor del modelo, encargados también de los comportamientos más básicos para la supervivencia: agresividad, dominancia, ritos de cortejo, territorialidad. MacLean encuentra, a través de la neuroanatomía comparativa, que la capa más primitiva o baja del cerebro humano tiene un análogo en la estructura del cerebro de los reptiles, en la que prima, y de allí le da su nombre. Si bien numero