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Old Smugler

El viejo relee las últimas líneas que acaba de escribir. Dice la última oración en voz alta y nota la garganta reseca. Deja la silla junto a la máquina de escribir y se dirige a una de sus bibliotecas. Tras palpar unos instantes la parte alta toma con cuidado una botella de whisky. Arrastrando los pies se dirige a la cocina. Toma un vaso que se estaba escurriendo en el lavaplatos. Limpia los bordes humedecidos con la manga de su camisa. Con la última frase aun en mente intenta llenarlo y se da cuenta de que no queda whisky. Piensa en el mercado coreano que abrieron hace poco a unas cuadras. Se lamenta de no haber comprado las dos botellas que estaban de oferta. Recuerda que el Old Smugler era asqueroso. Deja la botella vacía en la mesada de la cocina. Busca sus mocasines. Se saca las pantuflas. Se calza los mocasines. Busca las llaves del auto. No las encuentra. Recuerda que ya no puede manejar. Destraba la puerta para salir. Sale al pórtico y siente frío. Entra y recoge su campera del perchero de pie. Va al baño con la campera en mano. Se pasa la mano por la frente entrecana. Se pone la campera. Piensa en la mujer del dueño del mercado coreano. Se acomoda la solapa mirándose al espejo. Sale del baño. Sale de la casa. Sale a la calle. Cierra la puerta con media vuelta de llave. Se mete las manos en los bolsillos. Descubre que estaba atardeciendo. Ve a una vecina anciana barriendo la vereda. La saluda inclinando la cabeza. Cruza a la vereda de enfrente. Nota que se estaba nublando. Camina media cuadra y gira. Ve a lo lejos un auto entrando a una cochera. Llega a donde había estado el auto cuando se está cerrando el portón. Camina media cuadra mirándose los pies. Estima el tiempo del cambio de semáforo al acercarse para cruzar la calle. Al cruzar se cruza desde la vereda opuesta un perro negro. Lo ve alejarse. Camina media cuadra y se saca las manos de los bolsillos. Oye pajaritos en la distancia. Entra al mercado coreano. Se dirige de memoria al estante de los whiskys. Se acomoda los lentes para ver los precios. Escucha el dialogo ininteligible de los empleados. Toma una botella redondeada y la aleja para verla mejor. La toma del pico y se dirige a la caja registradora. Siente como los pies le resbalan en el piso recién encerado. Se ubica tras un niño que pide golosinas a una mujer mayor. Asiente al comentario de la mujer sobre los niños.  Escucha a la mujer del dueño preguntarle a la mujer mayor si no tiene monedas. Mira el estante de golosinas mientras la mujer mayor le dice a la mujer del dueño que se quede con el vuelto. Espera a que la mujer del dueño ayude a la mujer mayor con las bolsas. Saluda en voz baja a la mujer del dueño. Afirma que solo llevará el whisky. Busca en sus bolsillos la billetera. No encuentra la billetera. Escucha a la mujer del dueño decir que no tiene importancia, se lo pagará la próxima. Dice que anda despistado. La oye decir que ella también anda despistada, que ese día no recordaba si había encerado los pisos y los encero una segunda vez. Dice que el whisky les vendría bien a los dos. Ve asomar una levísima sonrisa de dientes desparejos. La ve mirar por un segundo al otro extremo del local. Se despide deseándole un buen día. La escucha desearle lo mismo con su acento apenas perceptible, sin mirarlo a los ojos. Sale del mercado escuchando el motor de los autos que pasan. El perro negro ladrará a la mitad del tercer vaso.

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Rave

To Dylan Thomas, the bluffer.   Go drunk into that dark night. Rave, rave with your self’s shadow, dance. Dance to electric, acid drums. Go drunk into that dark night alight by fluorescent wristbands. Rave against living, against dawn.   Lay bare, under a dark sky, what we all are. Go to the bathroom stalls, past the raving crowd, break in line and start a fist fight. Get drunk and  scarred, animal. Smile, neon bloodied, at oblivion. Rave against all lights unflickering, against all unbroken bones, against those who dance and those who don’t: be an asshole. And dance, dance electric seraph, dance, dance to acid drums.

Manuscript found in Lord Byron’s bookcase

                                                                                                                                                                                                                            To Percy, light upon his waterbed.     I’m the Scorpion King.   Beware, not the Camel King, nor, albeit my rattling ways, a snakish one.   My reign is a desolate wasteland which I, myself, have created. Where dumb-dumb  Ozymandiases  rust. Where mythologies go to die like an, oh so secretive, fart. Far away enough of people so they can pass quietly and unheard.   My reign is also of venom: purulent, vicious. Highly alcoholic melancholy, not of lethargic rest but instead breeder of anxious sleep, of bad poetry during late hours best served for onanistic endeavors.   ¡Behold the Scorpion King!   ¡Behold my drunkenness, ye mighty, and compare: the width of your temples to the size of my ding-dong!   Only one of them remains. Funny looking scorpion tail amidst ass and belly