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Máquinas Salvajes II


    II

Pareidolia se llama al fenómeno psicológico por el cual se perciben imagines familiares en estímulos visuales aleatorios. Como ver animales en las nubes, o la cara de una persona en una meseta marciana. Como muestra la imagen tomada por la nave Viking 1 en 1976, mientras orbitaba Marte:

 

O en las formas de las flores de ciertas plantas terrestres, que parecen bailarinas u hombres desnudos, o pequeños y paliduchos alienígenas:


Incógnita 1: ¿Que saldría de la hibridación artificial de estas dos plantas? ¿Qué otras formas? ¿Brotes de bebes?

El ser humano ha desarrollado a tal punto su habilidad para reconocer patrones que muchas veces su mente se adelanta a la realidad.
Esta habilidad respondía y responde a la necesidad de interpretar rápidamente los rostros de los otros sujetos de la comunidad, en pos de facilitar las relaciones humanas. Su automatización llevó a la pareidolia.

Conclusión 6: Nuestras expresiones son nuestro primer idioma.

El ser humano como sujeto social se volvió entonces un experto en reconocer las intenciones de sus iguales a través de las distintas configuraciones de sus 43 músculos faciales. Este reconocimiento permitió exteriorizar con facilidad dos de las predisposiciones más vitales: a la amistad o a la enemistad. Ello aplicado principalmente, por supuesto, al hobby por excelencia del género humano: la reproducción.  

Conclusión 7: Nadie se enamora de alguien que no puede sonreír.
Incógnita 2: ¿Las flores se sonríen las unas a las otras cuando nadie las ve?

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Rave

To Dylan Thomas, the bluffer.   Go drunk into that dark night. Rave, rave with your self’s shadow, dance. Dance to electric, acid drums. Go drunk into that dark night alight by fluorescent wristbands. Rave against living, against dawn.   Lay bare, under a dark sky, what we all are. Go to the bathroom stalls, past the raving crowd, break in line and start a fist fight. Get drunk and  scarred, animal. Smile, neon bloodied, at oblivion. Rave against all lights unflickering, against all unbroken bones, against those who dance and those who don’t: be an asshole. And dance, dance electric seraph, dance, dance to acid drums.

Manuscript found in Lord Byron’s bookcase

                                                                                                                                                                                                                            To Percy, light upon his waterbed.     I’m the Scorpion King.   Beware, not the Camel King, nor, albeit my rattling ways, a snakish one.   My reign is a desolate wasteland which I, myself, have created. Where dumb-dumb  Ozymandiases  rust. Where mythologies go to die like an, oh so secretive, fart. Far away enough of people so they can pass quietly and unheard.   My reign is also of venom: purulent, vicious. Highly alcoholic melancholy, not of lethargic rest but instead breeder of anxious sleep, of bad poetry during late hours best served for onanistic endeavors.   ¡Behold the Scorpion King!   ¡Behold my drunkenness, ye mighty, and compare: the width of your temples to the size of my ding-dong!   Only one of them remains. Funny looking scorpion tail amidst ass and belly