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La ventana

La ventana tiembla cuando el viento acaricia sus grandes ventanales. Testaruda se resiste con prontitud y el aire frío pasa contra el alféizar, silbando esforzadamente, para perderse en la atmósfera encerrada. Las líneas verticales que traza recorren la pared, casi, de norte a sur. Dicha pared la abraza, la rodea, la contiene, y a pesar de que esta ha mudado sus tintes con los años, siempre han sido buenas amigas.
La ventana es antigua, acostumbrada tanto a la frialdad foránea como al calor interno, y al reconocimiento a través de quien mira junto a ella la lejanía, como al de quien reconoce el mal tiempo solo con el aliento. Ha soportado numerosísimas lluvias a pesar de estar hecha de arena, y ha enarbolado orgullosa huellas de dedos de niños, pero en una esquina, una cicatriz gris delata que ha sido demasiado dura con un pajarillo. 

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