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El saco

Al saco le falta un botón en el medio del vientre y uno en la manga derecha. Por las arrugas que le surcan el cuello quien lo viste pareciera no preocuparse demasiado por su imagen a pesar de la asiduidad del uso. O bien podría haber comprado recientemente otra prenda que lo reemplazara, explicando así la acumulación de polvo y la arañita muerta bajo la solapa izquierda.
Ahorcado allí por el recuerdo, en lo más alto del perchero de pie, durante los días despejados, cuando la luz del mediodía señala que el almuerzo está servido, el saco proyecta su sombra sobre la pared. Más de una vez quien estuviese a punto de levantarse del escritorio vería las espaldas de un hombre triste, mirándose los pies. 

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