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El portalápices

El portalápices está casi vacío. Bajo la esquina superior izquierda de la biblioteca de ébano pasa desapercibido en su negrura, salvo por el girasol de juguete. Sin contar a este, solo se asoman por el borde de su cuerpo cilíndrico un lápiz sin punta y un pincel delgadísimo, ambos entregados al olvido. En contraste su fondo esta abarrotado de pequeños objetos que se repliegan desordenadamente sobre sí mismos cada vez que el portalápices estorba la salida de un libro. Una moneda de peso mexicano del 86’, una ficha de póker color morado, un llavero con la imagen del vaticano, cuatro clips de diferentes colores y tres banditas elásticas son el total de su población estable, sin contar las idas y vueltas del anillo de bodas que ahora descansa en la billetera. Cíclicamente todos serán olvidados, hasta que el girasol atraiga, como un faro, otro par de ojos a punto de naufragar.  

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