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Millennial 6 (Aleatoriedad)

What the fuck-is-all-this for!? En el mismo momento en el que un treintañero sale de trabajar limpiando inodoros en un McDonalds una pareja de topos copula en un túnel que atraviesa toda la ciudad.
El travesti que le pide un cigarrillo es más alto que él y es rubio, y está completamente vestido de jean azul: la campera de cordero envuelta en jean deja entrever su ombligo antes de que la piel desaparezca en una minifalda también de jean. Cuando da la primera pitada aprovechando el espacio de su boca en el que le falta un diente, un dentista muere en Thailand. Los zapatos que está usando son también tailandeses, también de jean, pero hasta hace unas semanas no eran suyos.
En una novela que ha leído uno de los compañeros del treintañero matan a un travesti mientras lee poesía en un pub. Lo había tenido que leer obligado por uno de sus hermanos, porque lo había escrito un amigo. En realidad lo ha escrito ese hermano, pero ha mentido para tener una opinión sincera. Su seudónimo estaba compuesto del nombre propio del nazi más famoso y del apellido de un judío afamado. En cierta ocasión una paloma le cagó el hombro, sin darse cuenta.
El último en irse del McDonalds es una mosca, que como alma de niño no se queda quieta y consigue escaparse por el ojo de la cerradura, justo cuando (you don’t know the chances), a veinte cuadras al sur una lancha llega a la costa. Se baja una sola persona, y el tipo orina en muelle, mira alrededor como si se hubiera confundido, se sube nuevamente y desaparece en la noche.
La orina queda allí toda la noche hasta que un fotógrafo apoya la rodilla contra el poste de amarre y piensa que es agua de mar. Todavía es muy temprano, pero en algún lugar de la zona céntrica el treintañero y el travesti amanecen juntos. Alguno de los dos va a inventar una excusa (l’m a leaf on the wind, hear me roar), darse cuenta de que está por llover, almorzar una ensalada con rúcala a pesar de la detesta, y pensar en dejar de fumar.
El periodo de gestación de un topo es de un mes, mes y medio. BLIND.

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Rave

To Dylan Thomas, the bluffer.   Go drunk into that dark night. Rave, rave with your self’s shadow, dance. Dance to electric, acid drums. Go drunk into that dark night alight by fluorescent wristbands. Rave against living, against dawn.   Lay bare, under a dark sky, what we all are. Go to the bathroom stalls, past the raving crowd, break in line and start a fist fight. Get drunk and  scarred, animal. Smile, neon bloodied, at oblivion. Rave against all lights unflickering, against all unbroken bones, against those who dance and those who don’t: be an asshole. And dance, dance electric seraph, dance, dance to acid drums.

Manuscript found in Lord Byron’s bookcase

                                                                                                                                                                                                                            To Percy, light upon his waterbed.     I’m the Scorpion King.   Beware, not the Camel King, nor, albeit my rattling ways, a snakish one.   My reign is a desolate wasteland which I, myself, have created. Where dumb-dumb  Ozymandiases  rust. Where mythologies go to die like an, oh so secretive, fart. Far away enough of people so they can pass quietly and unheard.   My reign is also of venom: purulent, vicious. Highly alcoholic melancholy, not of lethargic rest but instead breeder of anxious sleep, of bad poetry during late hours best served for onanistic endeavors.   ¡Behold the Scorpion King!   ¡Behold my drunkenness, ye mighty, and compare: the width of your temples to the size of my ding-dong!   Only one of them remains. Funny looking scorpion tail amidst ass and belly

También el jugador es prisionero

   Apoyó la mano sobre el mármol frío y sus dedos todavía húmedos dejaron cinco cicatrices translucidas. La tenue luz que se filtraba por la persiana a media asta cargaba el monoambiente de un gris que emulaba el de la mesada que acababa de rasgar. Afuera otro chaparrón veraniego parecía inevitable.   Un rayo de luz se dobló en su iris en el ángulo correcto como para, por una fracción de segundo, hacerlo alucinar un fantasma sentado en la silla de la computadora. Una tosca fotografía de él : pura silueta, puro recuerdo subconsciente del contacto de su piel. Lo corrió de su lugar y, todavía semidesnudo, se sentó a terminar de leer el poema de Ascasubi. El examen final que estaba preparando, y algunas otras cuestiones, lo tenían lo suficientemente ansioso como para haber necesitado aquella ducha en primer lugar. Toda la cosa le estaba llevando mucho más tiempo del que estaba dispuesto a reconocer y hacía relativamente poco que al amparo de la mitología borgiana sobre los cuchilleros h