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Millennial 31 (Perro-Mosca II)

Escarba y escarba, pero no tarda mucho en perder las esperanzas, baja las colas. Vuelve a mirar con todos sus ojos al mar, ahí tampoco hay nada, no hay cambios en su espectro de luz visible, ni en magnetismo, ni en temperatura. Por aburrimiento decide no se darse por vencido. Escarba un poco más y finalmente encuentra el nido de pólipos. Los olfatea cuidadosamente para asegurarse de que son lo que creen que son. Una vez convencido, allí con la cabeza metida en el poso, dispara el ácido desde su palpo. Los pólipos pierden su vivido color verde y se retuercen hasta quedar hechos una masa amarilla, que él luego absorbe con su alargado apéndice de artrópodo. Pero un chirrido ensordecedor interrumpe su comida. Al levantar la cabeza se da cuenta de que el mar negro ha retrocedido varios kilómetros, y lo sigue haciendo. Mueve la cola a más no poder y recuerda fugazmente que lo que había seguido en un principio era ese mismo chirrido. Un cráter de arena transparente se abre frente a sus múltiples ojos, bordeado por sus pisadas. En lo más profundo del horizonte llega a ver una selva de enormes agujas metálicas, de diferentes alturas, antes escondidas bajo el nivel del mar. Los campos magnéticos alrededor de ellas twists and transforms, formando una cúpula que se pierde en el cielo. Inmediatamente comienza a correr en esa dirección, saltando a través de la ondulada geografía que ha dejado el descenso del agua, pero lo detiene en seco una explosión de temperatura como no ha sentido nunca antes. Una de las agujas vibra en la distancia emitiendo una luz azul tan potente que llega a bañarlo a él mismo, y de un segundo para otro se pierde entre las nubes. 

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Rave

To Dylan Thomas, the bluffer.   Go drunk into that dark night. Rave, rave with your self’s shadow, dance. Dance to electric, acid drums. Go drunk into that dark night alight by fluorescent wristbands. Rave against living, against dawn.   Lay bare, under a dark sky, what we all are. Go to the bathroom stalls, past the raving crowd, break in line and start a fist fight. Get drunk and  scarred, animal. Smile, neon bloodied, at oblivion. Rave against all lights unflickering, against all unbroken bones, against those who dance and those who don’t: be an asshole. And dance, dance electric seraph, dance, dance to acid drums.

Manuscript found in Lord Byron’s bookcase

                                                                                                                                                                                                                            To Percy, light upon his waterbed.     I’m the Scorpion King.   Beware, not the Camel King, nor, albeit my rattling ways, a snakish one.   My reign is a desolate wasteland which I, myself, have created. Where dumb-dumb  Ozymandiases  rust. Where mythologies go to die like an, oh so secretive, fart. Far away enough of people so they can pass quietly and unheard.   My reign is also of venom: purulent, vicious. Highly alcoholic melancholy, not of lethargic rest but instead breeder of anxious sleep, of bad poetry during late hours best served for onanistic endeavors.   ¡Behold the Scorpion King!   ¡Behold my drunkenness, ye mighty, and compare: the width of your temples to the size of my ding-dong!   Only one of them remains. Funny looking scorpion tail amidst ass and belly

También el jugador es prisionero

   Apoyó la mano sobre el mármol frío y sus dedos todavía húmedos dejaron cinco cicatrices translucidas. La tenue luz que se filtraba por la persiana a media asta cargaba el monoambiente de un gris que emulaba el de la mesada que acababa de rasgar. Afuera otro chaparrón veraniego parecía inevitable.   Un rayo de luz se dobló en su iris en el ángulo correcto como para, por una fracción de segundo, hacerlo alucinar un fantasma sentado en la silla de la computadora. Una tosca fotografía de él : pura silueta, puro recuerdo subconsciente del contacto de su piel. Lo corrió de su lugar y, todavía semidesnudo, se sentó a terminar de leer el poema de Ascasubi. El examen final que estaba preparando, y algunas otras cuestiones, lo tenían lo suficientemente ansioso como para haber necesitado aquella ducha en primer lugar. Toda la cosa le estaba llevando mucho más tiempo del que estaba dispuesto a reconocer y hacía relativamente poco que al amparo de la mitología borgiana sobre los cuchilleros h