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Millennial 40 (Siete)

Los siete niños entran atropelladamente al comedor. Cuando se sientan a la mesa la entrada a la base esta regada de pequeños trajes espaciales. Afortunadamente esa vez solo dos se quejan de que otra vez almorzarán papas, al resto no parece importarle mientras que sean fritas. Tras calmar lo mejor que pudo el barullo inicial su padre junta los trajes sucios. Uno de ellos tiene los pies manchados de negro, lo que le gana al hijo mayor la reprimenda, una vez más, de no pasearse tan lejos sin su supervisión. Y aprovecha la oportunidad para recordárselo a todos. Algunos asienten y otros siguen devorando. Tan pronto como deja los trajecitos en la cámara esterilizadora el padre también se sienta a la mesa. Consigue agarrar algunas papas perdidas antes de que se terminen y evita que una broma del hermano del medio al inmediatamente menor escale a la categoría de conflicto bélico. Al terminar de comer seis de los siete corren a lavarse las manos para volver a salir lo antes posible. El único que se asegura de agradecer a su padre recibe una palmada en la cabeza de recompensa. Los platos desaparecen absorbidos por la mesa.
El pequeño batallón forma entonces una línea para esperar la retribución de sus trajes, entregados diligentemente por una cinta que los transporta desde la otra cámara siguiendo el orden de nacimiento. Su padre les recuerda, primero, que no se peleen, y segundo, que mantengan las comunicaciones abiertas aunque estén peleados. El menor llega último, porque había tenido que usar el baño. Su padre lo ayuda a ponerse el traje para que no se quede atrás, y este le cuenta que descubrieron un grillo de doce patas, que se comunica por ultrasonido. El padre finge no creerle y lo alienta a que le traiga uno para estudiar. Una vez que el traje simbionte se cierra el niño sale a la carrera, atraviesa la membrana aislante y se pierde tras su brillo violáceo. Nuevamente todo está en paz en la blanca base, pero el padre no puede quitarse de la cabeza la idea de que el mayor se meterá nuevamente en problemas. Toma un traje y se aventura al exterior.
Afortunadamente parece que su proposición de que le llevaran un grillo dio frutos. Siete y Cinco hacen una trampa con ramitas de la amapola balrogiana que cubre toda base. Dos, Seis y Tres discuten la información geográfica que proyectan sus visores. Uno busca entre los arbustos de lila pandemonica, y Cuatro escaba no muy lejos, valla uno a saber con qué esperanza. No es nada fácil educar a tantos clones de uno mismo a la vez, pero después de aquel accidente la misión lo requiere. 

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Rave

To Dylan Thomas, the bluffer.   Go drunk into that dark night. Rave, rave with your self’s shadow, dance. Dance to electric, acid drums. Go drunk into that dark night alight by fluorescent wristbands. Rave against living, against dawn.   Lay bare, under a dark sky, what we all are. Go to the bathroom stalls, past the raving crowd, break in line and start a fist fight. Get drunk and  scarred, animal. Smile, neon bloodied, at oblivion. Rave against all lights unflickering, against all unbroken bones, against those who dance and those who don’t: be an asshole. And dance, dance electric seraph, dance, dance to acid drums.

Manuscript found in Lord Byron’s bookcase

                                                                                                                                                                                                                            To Percy, light upon his waterbed.     I’m the Scorpion King.   Beware, not the Camel King, nor, albeit my rattling ways, a snakish one.   My reign is a desolate wasteland which I, myself, have created. Where dumb-dumb  Ozymandiases  rust. Where mythologies go to die like an, oh so secretive, fart. Far away enough of people so they can pass quietly and unheard.   My reign is also of venom: purulent, vicious. Highly alcoholic melancholy, not of lethargic rest but instead breeder of anxious sleep, of bad poetry during late hours best served for onanistic endeavors.   ¡Behold the Scorpion King!   ¡Behold my drunkenness, ye mighty, and compare: the width of your temples to the size of my ding-dong!   Only one of them remains. Funny looking scorpion tail amidst ass and belly

También el jugador es prisionero

   Apoyó la mano sobre el mármol frío y sus dedos todavía húmedos dejaron cinco cicatrices translucidas. La tenue luz que se filtraba por la persiana a media asta cargaba el monoambiente de un gris que emulaba el de la mesada que acababa de rasgar. Afuera otro chaparrón veraniego parecía inevitable.   Un rayo de luz se dobló en su iris en el ángulo correcto como para, por una fracción de segundo, hacerlo alucinar un fantasma sentado en la silla de la computadora. Una tosca fotografía de él : pura silueta, puro recuerdo subconsciente del contacto de su piel. Lo corrió de su lugar y, todavía semidesnudo, se sentó a terminar de leer el poema de Ascasubi. El examen final que estaba preparando, y algunas otras cuestiones, lo tenían lo suficientemente ansioso como para haber necesitado aquella ducha en primer lugar. Toda la cosa le estaba llevando mucho más tiempo del que estaba dispuesto a reconocer y hacía relativamente poco que al amparo de la mitología borgiana sobre los cuchilleros h