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Millennial 24 (La suicida II)

Los ojos que le devuelven la mirada son dos abismos. En uno una serpiente muerde una manzana, en el otro un niño recibe una bala plateada entre los ojos, con los brazos abiertos, como si hubiera intentado detenerla abrazándola. La hierba alrededor de los abismos se ha marchitado, intoxicada por químicos innombrables. Ahora negro ahora rojo, el contorno de sus pupilas cambia en un ciclo inalterable de uno a otro. El negro enmascara el rojo, pero el rojo simple vuelve a florecer, y a veces llega tan lejos como a los labios, y los tiñe. Pero los labios una y otra vez quedan en el filo de un vaso o se maculan del roce de otros químicos, y quieren ser blancos frente al espejo y existir en el mismo plano que el niño pálido, lejos de la serpiente devoramundos. Pero fallan. Las manos se los hacen saber.
La bala aparece una y otra vez dentro del campo gris detrás de los ojos, volando azarosamente, descabezando flores una a una. Desearía ser el último ser humano en sentir lo que sienten las flores, but in fact, she wants her pain to be inflicted on others. She has gazed for too long into the abyss: ha llegado a creer que la única resistencia posible es saltar.     

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Rave

To Dylan Thomas, the bluffer.   Go drunk into that dark night. Rave, rave with your self’s shadow, dance. Dance to electric, acid drums. Go drunk into that dark night alight by fluorescent wristbands. Rave against living, against dawn.   Lay bare, under a dark sky, what we all are. Go to the bathroom stalls, past the raving crowd, break in line and start a fist fight. Get drunk and  scarred, animal. Smile, neon bloodied, at oblivion. Rave against all lights unflickering, against all unbroken bones, against those who dance and those who don’t: be an asshole. And dance, dance electric seraph, dance, dance to acid drums.

Manuscript found in Lord Byron’s bookcase

                                                                                                                                                                                                                            To Percy, light upon his waterbed.     I’m the Scorpion King.   Beware, not the Camel King, nor, albeit my rattling ways, a snakish one.   My reign is a desolate wasteland which I, myself, have created. Where dumb-dumb  Ozymandiases  rust. Where mythologies go to die like an, oh so secretive, fart. Far away enough of people so they can pass quietly and unheard.   My reign is also of venom: purulent, vicious. Highly alcoholic melancholy, not of lethargic rest but instead breeder of anxious sleep, of bad poetry during late hours best served for onanistic endeavors.   ¡Behold the Scorpion King!   ¡Behold my drunkenness, ye mighty, and compare: the width of your temples to the size of my ding-dong!   Only one of them remains. Funny looking scorpion tail amidst ass and belly

También el jugador es prisionero

   Apoyó la mano sobre el mármol frío y sus dedos todavía húmedos dejaron cinco cicatrices translucidas. La tenue luz que se filtraba por la persiana a media asta cargaba el monoambiente de un gris que emulaba el de la mesada que acababa de rasgar. Afuera otro chaparrón veraniego parecía inevitable.   Un rayo de luz se dobló en su iris en el ángulo correcto como para, por una fracción de segundo, hacerlo alucinar un fantasma sentado en la silla de la computadora. Una tosca fotografía de él : pura silueta, puro recuerdo subconsciente del contacto de su piel. Lo corrió de su lugar y, todavía semidesnudo, se sentó a terminar de leer el poema de Ascasubi. El examen final que estaba preparando, y algunas otras cuestiones, lo tenían lo suficientemente ansioso como para haber necesitado aquella ducha en primer lugar. Toda la cosa le estaba llevando mucho más tiempo del que estaba dispuesto a reconocer y hacía relativamente poco que al amparo de la mitología borgiana sobre los cuchilleros h