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Millennial 20 (Aleatoriedad)

El peso de una gota de agua separa a la hoja seca de su tallo. La hoja cae en ángulo siguiendo la curvatura del redondel rojo de una señal de STOP, que un diminuto par de ojos color almendra miran sin ver, ocupados como están por llegar a tiempo al trabajo. El auto dobla en perfecta segunda y cruza velozmente el puente sobre el arroyo en el que está bebiendo un perro. A trecientos metros otro perro que también bebía del arroyo intercepta una botella que ve flotando. Algunas gotas de líquido oscuro salen volando de su interior cuando el perro se sacude, y su fuerte olor lo obliga a dejar la botella no muy lejos. Una bicicleta la pasa por encima y su rueda delantera pronto apunta perpendicularmente al arroyo. La uña de uno de los dedos gordos de los pies de quien pedalea finalmente rompe una de sus medias. Los colores de las medias son los mismos que los de la mochila de Dragon Ball. Dentro de la mochila, dentro de un frasco de mermelada con agujeritos, dentro de la araña allí encerrada que salta para todos lados, los restos líquidos de una mosca matada con un repasador se absorben rápidamente. Dentro de una de las casas por cuya vereda pasa la bicicleta se está leyendo “La metamorfosis” de Kafka, y el lector sopesa los pros y los contras de que Gregor no se hubiese transformado en otro insecto, por ejemplo, una mosca, o aún mejor, una araña. El silbido de una pava lo interrumpe y no tarda mucho en darse cuenta de que le está poniendo azúcar al mate, cuando a él le gusta amargo. Media hora después se debatirá entre hacer el mate de nuevo o llamar a un amigo. Cuando finalmente decida lo segundo habrá pasado la hora de la siesta y demandará su atención un coro de toces.    

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Rave

To Dylan Thomas, the bluffer.   Go drunk into that dark night. Rave, rave with your self’s shadow, dance. Dance to electric, acid drums. Go drunk into that dark night alight by fluorescent wristbands. Rave against living, against dawn.   Lay bare, under a dark sky, what we all are. Go to the bathroom stalls, past the raving crowd, break in line and start a fist fight. Get drunk and  scarred, animal. Smile, neon bloodied, at oblivion. Rave against all lights unflickering, against all unbroken bones, against those who dance and those who don’t: be an asshole. And dance, dance electric seraph, dance, dance to acid drums.

Manuscript found in Lord Byron’s bookcase

                                                                                                                                                                                                                            To Percy, light upon his waterbed.     I’m the Scorpion King.   Beware, not the Camel King, nor, albeit my rattling ways, a snakish one.   My reign is a desolate wasteland which I, myself, have created. Where dumb-dumb  Ozymandiases  rust. Where mythologies go to die like an, oh so secretive, fart. Far away enough of people so they can pass quietly and unheard.   My reign is also of venom: purulent, vicious. Highly alcoholic melancholy, not of lethargic rest but instead breeder of anxious sleep, of bad poetry during late hours best served for onanistic endeavors.   ¡Behold the Scorpion King!   ¡Behold my drunkenness, ye mighty, and compare: the width of your temples to the size of my ding-dong!   Only one of them remains. Funny looking scorpion tail amidst ass and belly